Fray Martín María de la Caridad tiene 33 años y es panameño. Pertenece a una congregación religiosa y lleva doce años en este caminar. Ha sido dócil a la voz del Señor que le dijo que le siguiera. Siempre tuvo la conciencia de que el Señor siempre tuvo un plan para él y lo sigue teniendo a día de hoy. 

Es el mayor de dos hermanos junto con otra hermana. Sus padres eran católicos y tuvieron experiencias en grupos juveniles. Él en lo personal vivió una fe bastante fría. En su origen hay algo especial y es que antes de él perdió dos hijos, uno por aborto espontáneo y el otro tuvo complicaciones y lo perdió también. Su madre desde que era muy pequeño siempre le tuvo en sus oraciones. 

Hizo la primera comunión y después no tiene memoria de cuántas veces fue a misa y se confesó. Su conversión fuerte se produce a los 17 años cuando su hermana hizo la comunión a él le apuntan en el grupo juvenil para la confirmación. “Los temas de catequesis nos supo orientar bastante bien. Para ese entonces tenía muchos conflictos afectivos, en la escuela, le perdí un poco el sentido a la vida”, recuerda. A pesar de ser de una familia católica recuerda que su padre era un hombre rígido al igual que su madre que se preocupaba demasiado de los hijos. “Viví muy reprimido, era introvertido, tenía miedo de la burla”. Tenía inseguridades que las iba arrastrando por carácter pero también por las propias vivencias familiares.

Un día va a un retiro para prepararse para la confirmación. Los temas eran el amor de Dios, el pecado, el perdón, entre otros. Estos temas le ayudaron mucho a profundizar en temas a los que no estaba acostumbrado a reflexionar. Así empieza a preguntarse el por qué de su derrotismo, su baja autoestima. Se llegó a sentir sólo en el mundo y además le llegaron a hacer bullying en el colegio. No encontraba respuesta hasta que fue a este retiro. 

El penúltimo día había una dinámica desarrollada por los catequistas. Los padres de cada uno de ellos les dieron una carta que leyeron los catequistas en el retiro. “Mi madre relataba de una manera materna y amorosa toda su historia que era al fin y al cabo la mía”, sostiene. Y es que pensaba que todo ese sufrimiento que su madre y él habían vivido no podía ser en vano. A partir de ahí empezó a estudiar la Biblia, le interesaba la apologética y fue estudiando. 

Así da comienzo su búsqueda. Fue granjeando un cambio de mentalidad en él y se percató que igual ese era el camino. Un suceso que le marcó mucho fue cuando su padre cayó enfermo. El hombre fuerte de la casa, símbolo de autoridad, un día se desploma en el suelo. Tenía una hernia que llevaba arrastrando tiempo que casi le cuesta la vida. Este acontecimiento le hizo cuestionarse muchos aspectos de su vida. 

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