Maxi Largui es argentino, de Córdoba, es adorador pero sobre todo es cantante católico. También trabaja en colegios, en la pastoral. Viene de una familia donde no todos son católicos pero todos son del santo cura Brochero. Sus padres le tuvieron siendo muy jóvenes. Sus padres son personas de fe pero de una fe no tan comprometida. “En mi familia la persona más católica era mi tía abuela Isabel. Era una persona muy activa. Siempre quería ir a su casa a jugar. Tenía juguetes muy sencillos y después ella nos hacía un mate con leche”, recuerda. La primera persona que le habló de Jesús y de los santos fue ella.
Sin embargo, si Maxi tuviera que decir cuando estuvo presente Jesús en su vida fue en un retiro al que le invitaron. “Recuerdo que fui al retiro porque un amigo me invitó muy insistentemente y me daba mucha curiosidad” , cuenta. Recuerda que el retiro fue una experiencia muy bonita, tuvo muchos momentos, de llanto, de felicidad. Pero hubo un momento, el último día del retiro, recuerda que el clima era cálido, estaban preparando una misa.
“En ese contexto tuve una experiencia en mi corazón que es difícil explicarla fuera de la fe, experimenté que Dios me amaba. Que su amor era incondicional, eterno y mucho más fuerte que las cosas malas que había hecho en todo momento”, explica. Esa experiencia fue tan fuerte para Maxi que en una oración muy sentida tuvo una relación muy cercana con Dios, le hablaba al propio Dios como si le hablara a un amigo, con la misma confianza. “Fue una experiencia de amor, puedo ver que ese día a esa hora y en ese lugar hubo un antes y un después en mi vida”, sostiene. Ese día lo recuerda como una de las grandes batallas ganadas. Con el tiempo pasó de ser su gran amigo a ser un simple amigo que sólo lo iba a visitar a la iglesia.
En ese momento era un tiempo de salir, fiesta y conocer el mundo. Fue un año de mucha distracción y egoísmo por parte de Maxi. Sin querer, ese fuego que había sentido en su interior se fue enfriando. Así llegó a sus últimos años y tenía que tomar la decisión de estudiar. El primer año fue bien pero el segundo fue caótico. Llegaron sus amigos del pueblo y salía de fiesta todos los días.
“Recuerdo un día que había salido, había tomado, estaba medio ebrio. Cuando abrí la puerta de mi casa me di cuenta que a esa misma hora salía mi padre a trabajar”, comenta. En ese momento tuvo una gran sensación de vacío. Sentía que estaba engañando a sus propios padres. Al día siguiente sintió que había tocado fondo y se inscribió en una misión que estaban organizando. “Fue una misión maravillosa, crecí espiritualmente como nunca en mi vida y ahí Dios ganó la segunda batalla. Pude experimentar la alegría de dar y compartir a Dios”, expresa.
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Puedes seguir a Maxi, su música y apostolado aquí: https://www.instagram.com/maxilarghi/
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