Valeria Galván vive en la ciudad de México, es comunicadora. Nos viene a hablar sobre su búsqueda y camino, Siempre fue creyente, sin conocer mucho sobre el tema de la fe. La fe que le transmitieron en casa tuvo bastantes lagunas en cuanto a conocimiento pero siempre recuerda al finalizar del día rezar una oración.
Pero como es lógico todos estamos expuestos a información de los medios de comunicación y ahora por las redes sociales. “Si uno no tiene una fe determinada, uno no puede ser lo suficientemente determinante. Todo es un licuado de creencias con el que somos bombardeados y ahí nos hacemos un criterio a veces equivocado”, explica.
Valeria explica que en su infancia tuvo sus heridas emocionales que también la acompañaron el resto de su vida. “Cuando no nos conocemos lo suficiente somos los que los demás quieren que seamos. Caí en diferentes vicios y trastornos, rasgos narcisistas. Tenía muy baja autoestima que me llevó a tomar un camino de malas decisiones”, sostiene.
Como pecado reconoce la pereza, pensaba que no tenía que esforzarse, que con solo caerle bien a la gente era más que suficiente. Se convirtió en una persona superficial y manipuladora. “Era adicta al enamoramiento, a las compras, a la comida, subía y bajaba constantemente de peso. Me creía valiosa por saberme guapa a los ojos de los demás”. Esto tenía como consecuencia a crear relaciones insanas y tóxicas con los que le rodeaban.
Siempre estaba intentando encajar y eso le llevaba a la frustración. “Mi vida hasta 2016 fue desordenada a nivel profesional y personal. Comenzó una relación de ocho años que detonó en un momento muy complicado para Valeria. Parecía que tenía todo, lo que te dice el mundo que necesitas para ser feliz pero vivía en una constante depresión y ansiedad. “Llegué a tener una depresión, pensaba que le iba a pasar algo malo a mis seres queridos”.
Se termina su relación y también se queda sin trabajo. Tuvo que regresar a casa de sus padres. Se sentía muy mal y regresar a casa le ayudó mucho. “En un momento de mucha reflexión. Es el momento donde empiezo a hablar con Dios con sinceridad, le empiezo a pedir respuestas”, cuenta. En esta reflexión se le vino la palabra orden. Valeria consumía la pornografía y tenía una sexualidad “abierta” como bien explica.
“Se me vino a la cabeza una película sobre un adicto a la pornografía, el protagonista normaliza esto. El trailer habla de que las cosas más importantes de su vida eran su familia y la iglesia. Cada vez que escuchaba esa palabra se quedaba pensando”, cuenta.
Comenzó a ir a la misa sin saber mucho qué significaba. Se sentía como en un juego donde iba pasando de pantalla en pantalla. “Es un proceso experiencial.
Puedes seguir a Valeria aquí: https://www.instagram.com/santos.and.people/?hl=es
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