Gloria Villa tiene 30 años y viene a contarles sobre su historia, viene más bien a contarnos cómo Dios en su infinita misericordia está presente siempre. Viene de una familia con dos hermanos menores. El primer milagro de Dios vino con la llegada al mundo de ella cuando su madre la tuvo con sólo 18 años. “Le dieron la opción de abortar. También le propusieron irse a otro lugar a vivir”, explica. 

Su madre le dijo sí a la vida y dijo sí a conformar una familia con su padre. Desde su concepción Gloria ha visto la misión que ha tenido con ella y su familia. Empezó la vida con sus padres muy jóvenes aprendiendo a cuidarla. Siempre que veía a sus padres tenía ese anhelo de tener hijos, y tener muchos hijos. Gloria sentía que fueron muy estrictos con ella al ser la primera hija. “Me siento muy agradecida por la familia que Dios me regaló”, refuerza. 

En el mundo en el que vivimos no es fácil decir ese Sí a la vida y en consecuencia al Señor. Reconoce que su fe era muy fría, muy light. Tuvo una infancia y una vida muy tranquila. Vivía en una ciudad pequeña y tranquila para después mudarse a la capital. Pero de un momento a otro esa burbuja en la que vivía, llena de amor, se derrumbó. Cuando tenía 16 años la familia estaba de paseo, cuando regresan de paseo su madre se empieza a sentir mal y la llevaron a la clínica. Al regresar a casa los médicos le dijeron que tenía una infección y que se podía recuperar en casa. Pero no tenía mejoría así que vuelven a la clínica. “Su madre después de estar en la clínica falleció. Así que ese cuento de hadas en el que vive, se cae”. Ella era todo para ellos, 

En ese momento sentía que debía dar ejemplo a sus hermanos. Se acercaba el cumpleaños de Gloria y sus tíos iban a verla para estar con ellos. En el camino de viaje tienen un accidente y fallecieron todos. No podía creerse que en un mes falleciera tres miembros de su familia tan queridos. 

“Le cogí rabia a mi padre, al mundo y a la vida. Tenía una amargura interior y dentro de mí no había sanado mi corazón”, explica. Empieza a caminar y un día le invitan a misionar en Semana Santa y fue porque pensaba que no tenía nada que perder. “Ahí Dios se me apareció. A partir de ahí una amiga también me hace una invitación a un retiro. Sentía que ya no tenía nada que perder y que cualquier cosa que hiciera era ganar”, reconoce. Así comienza su caminar con Dios, en esas misiones. En el retiro sintió que había perdido mucho tiempo pensando que Dios le estaba castigando cuando en realidad le estaba llamando. 

A partir de ese momento Gloria comienza un nuevo diálogo con el Señor. Empezó a preguntarse qué quería Dios con cada situación que le estaba tocando vivir. “En ese retiro le dije que iba a estar dónde él me llamara. Le servía, daba testimonio. Me llené de su amor y misericordia. Me reconcilié con Dios, con mi familia y conmigo misma”. 

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