Javier Santos viene de una familia católica practicante. Los cuatro hermanos que son transcurrieron felices. Javier se casa con 28 años y es el momento en el que se va alejando de la fe. “Dejo de acudir a misa y económicamente me va bastante bien”. La intención en este momento era el de buscar el éxito y la ambición. “Mi intención era la de ganar cada vez más, cuando mi trabajo no me satisface económicamente comienzo a montar empresas”, explica.

El estilo de vida de Javier aumenta considerablemente, una vida muy material, con grandes lujos pero poco satisfactoria desde el punto de vista espiritual. “Toda esa gran actividad empieza a tocarme la salud”. En ese camino de éxito reconoce haber dejado muchos damnificados. 

En este camino tienen un asunto muy complicado, donde le acusan de varios delitos de corrupción. “Finalmente me condenan por cuatro delitos y piden para mi muchos años de prisión y para mi ex mujer una serie de responsabilidades”, explica. En esos años con la crisis del año 2007, se viene una gran crisis que le deja con cero ingresos. Coincide con que además entra en prisión. 

“Me voy dando cuenta de lo lejos que he estado del Señor estando en prisión. Lo primero que me pide el cuerpo es confesarme”, reconoce.La prisión empieza a poner a Javier en su lugar. “En la prisión te das cuenta de la dignidad de la persona, aunque sientas que te la hayan quitado”. 

Cuando sale de prisión es cuando verdaderamente siente la soledad. 

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