Testimonio de un milagro: De un linfoma incurable al milagro de la curación y la VIDA

Abr 17, 2024 | TESTIMONIOS CATÓLICOS

Sergio Rodríguez está casado, tiene cinco hijos y hoy viene a contarnos su testimonio de fe frente a la enfermedad. Nació en una familia cristiana, de padres católicos practicantes. Es el segundo de tres hermanos. Su familia siempre estuvo bien posicionada. Fueron a colegios privados y universidades privadas. Todo lo que humanamente querían podían realizarlo. En este ambiente fue creciendo sin mayor problema. Estudió empresariales en la universidad y comenzó a trabajar ya desde el segundo año de carrera. Pasó de conocer a Dios de oídas a conocerle cara a cara. En su casa hay que decir que siempre estuvo presente la fe. Su vida transcurría sin mayor problema pero vivía de la fe de sus padres de esa tradición. Le hacía falta ese encuentro personal con Él. 

Sus expectativas eran tener un trabajo muy bueno, tener dinero y éxito. Sin dejar a Dios de lado completamente pero comenzó a tomar ese camino. Trabajaba cada vez con mejores empresas. Le iba tan bien que hasta sus amigos le buscaron novia que más tarde fue su mujer. Todo era fácil para Sergio. La primera experiencia que tuvo más cerca de la muerte fue en su despedida de soltero cuando en una capea el toro le dio una cornada. 

El médico le avisó que se apretara porque si había llegado a la carótida se podía morir. Ahí se planteó el significado de la muerte y cómo quería abordarlo. Recordó a su abuela que al morir de cáncer murió dando las gracias. Era una persona de gran fe. Esto mismo hizo Sergio en ese complicado momento que estaba viviendo. Se casó al año siguiente de ese evento y poco después nació su primera hija, Isabel. 

Dos años después, le diagnosticaron un linfoma con mal pronóstico. Le ingresaron un 20 de diciembre. Tiempo antes se despertaba con dolores que no le dejaban dormir. En varias ocasiones fueron al hospital pero no daban con ello. Fue el día del bautizo de su hija cuando ingresó. “Durante ese período empecé a hincharme, no podía comer ni beber. Me tardaron en diagnosticar más de una semana”, recuerda.Se confirmó el diagnóstico. En el tiempo en el hospital cada vez iba empeorando en dolores y físicamente. Ni siquiera la morfina le hacía efecto. Una situación dramática con una niña de dos meses. Lo bonito de todo es que hubo mucha gente rezando por él. Todo fue empeorando clínicamente. Su madre fue a ver al oncólogo para ver las posibilidades que tenía de sobrevivir. “El oncólogo le dijo a mi madre que lo mejor era que se despidieran de mí porque seguramente esa noche no pasaba”, explica.

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