Liliana Velásquez nació en una familia católica light como la llama la propia protagonista. No era una familia que rezaran el Rosario todos los días, su abuela sí le inculcó ese amor por el rezo del rosario pero el resto de su entorno no. No conocían mucho de su fe. Se casó con sólo 19 años y su esposo aunque también tenía buenos valores desde la familia no conocía tampoco de la fe. “Era una mujer muy del mundo. Me gustaban mucho las cosas materiales. Dios me cuidó en el camino del matrimonio de muchas cosas que me podrían haber ocurrido”, reconoce. 

Se encontraba perdida en la parte espiritual. Llegaron sus hijos, tres hijos fruto de su matrimonio. En esta vida, se creía muy santa. Su conversión llegó a través de los Heraldos de la Virgen. Liliana tenía la imagen de la Virgen en casa pero nada más. Aún así tenía algo en su corazón que le llamaba a la consagración a Jesús por María. “Los caballeros de la Virgen un día fueron a visitar su hogar y le contaron la historia de la Virgen de Fátima. Yo le pregunté si hacían consagraciones, ellos me respondieron que sí”, comenta. Así, días después le llegó un link con el inicio de la consagración. La terminó pero no con grandes cambios y transformaciones en principio. 

Un día, su madre acudió a visitar a Liliana y le comentó que en un retiro había visto a la Virgen. “Me comentó que tuvo una visión de la Virgen. En la visión se transportaron a la casa de mi abuela. Empezó a caminar por la casa de la abuela pero no mantuvo contacto con ninguna persona”, recuerda. La historia que le contó su madre lo tomó como un sueño que había tenido su madre, una belleza de sueño, pero solo eso un sueño hermoso. 

Un día su madre le propuso ir a la misa del Castillo, ella se refería a que fueran a la iglesia dónde estaban los Caballeros de la Virgen. Cuando llegaron a la iglesia, estaba diferente, había mucha gente. Se estaba celebrando algo. Al empezar la ceremonia el sacerdote dijo que se encontraban en la consagración de Jesús por María. “Cuando miro el móvil, me doy cuenta que el sacerdote me había avisado de ese evento que ni siquiera yo me había dado cuenta. Así que le dije a mi padre que me estaba consagrando pero no tenía nada en ese momento para consagrarme. Mi padre me acercó lo necesario”. 

Ante esto se preguntó por qué eso se había dado de esa forma. Fue el comienzo de una conversión que supuso en Liliana el dar comienzo al rezo del Rosario. “En mis oraciones le pedía a la Santísima Virgen que tocara a mi esposo para que me acompañara en este proceso también”. 

Una noche, se encontraban celebrando el cumpleaños de la suegra de Liliana. “Esa noche empecé a sentir en ese lugar como si me quitaran un velo de los ojos. Fue una iluminación de conciencia. Miré hacia las mesas, había botellas de alcohol y de ahí salían cosas oscuras. Era un ambiente que me daba miedo. Estaba acostumbrada a ir a lugares de noche. Nunca me había ocurrido”, comenta. Alzó la mirada y vió al resto de la familia disfrutando como si nada ocurriera. Llegó a casa con un aturdimiento considerable. Le explicó a su marido todo lo que estaba viviendo. Su marido relacionó esto a quizás un despertar espiritual. Le recomendó acudir a un sacerdote. “Dios empezó a mostrarme que estaba pecando mucho contra él. Ese sueño fue impresionante, me desperté avergonzada”, recuerda. Al día siguiente se despertó con un gran malestar así que acudió a la iglesia para confesarse. Esa fue la primera Eucaristía de su vida en realidad. “Acudí al Santísimo y no pude parar de llorar”. 

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