Gisela Medina es de Aguascalientes, es dentista de 34 años y viene a contarnos su testimonio. Es la mayor de tres hijas y sus padres llevan 35 años de casados por la iglesia católica al igual que ella que también está casada por la iglesia. “Somos católicos por tradición, siempre nos tuvieron en un colegio católico de franciscanos. Se fue quebrantando esa unión familiar de ir a misa”, explica. Con el pretexto que en el colegio siempre iban a misa, dejaron de acudir a los sacramentos poco a poco. 

Y es que para Gis no es lo mismo creer en Dios que conocerle. De su niñez tiene bonitos recuerdos. Cuando empezó esa rebeldía fue en la etapa universitaria por lo que el mundo le ofrecía. “No iba a misa, sólo rezaba cuando había exámenes. Viví una vida de mucha fiesta, tomaba, fumaba porque otros fumaban. Mi vicio fue el alcohol en ese momento”, sostiene. 

Terminó su carrera y conoció al que hoy es su esposo. Se lo presentó un compañero de la universidad. A pesar de que fuera una persona de salir de fiesta, al mismo tiempo era una chica muy tímida. “Vivimos nuestro noviazgo durante seis años y medio. Reconozco que mi noviazgo no fue como Dios hubiera querido. Teníamos muchas inseguridades y dudas”. 

Después de esta etapa, llega el momento de casarse pero hoy reflexiona que no se formaron para contraer este sacramento. “En el noviazgo no hay preparación, ni retiros. Me acuerdo que llegó el tiempo de comprometernos y los prematrimoniales los tomamos en Regnum Christi”, comenta. 

Al principio le pareció aburrido a su novio pero finalmente ambos reconocen que fue maravilloso, el poder escuchar tantos testimonios. Los primeros meses de matrimonio fueron complicados porque él estaba en búsqueda de trabajo y en ese sentido Gis siente que no le apoyó en esos roles.“Cada quién tiene un rol específico, ni más ni menos. Yo no entendía nada de esto. Tenía muchas expectativas en mi matrimonio. Mi esposo era mi todo”, reconoce.

Recuerda como tiempo después tuvieron una gran discusión dónde hubo insultos. Veía que su matrimonio se iba quebrantando. “Tenía la imagen de la Sagrada Familia de adorno porque combinaba con los colores de la casa. Y es que no rezábamos el Santo Rosario, no leíamos la Palabra. Notaba muy frío a mi esposo. Buscaba en todos lados menos en quién creó el matrimonio”. 

En este escenario acudieron a un psicólogo y detrás de esto la decisión de su marido de querer separarse. “No me lo podía creer. Mi idea era que íbamos a estar un tiempo separados y luego volveríamos. Ahora si y por interés fui a la iglesia pero para pedir que se arreglara la situación, no para transformarme yo”. 

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