Laura Mascaró es de Menorca (España) y hoy viene a contarnos su historia. Desde el momento en que se dio cuenta que estaba en el proceso de conversión hasta que dio el Sí al Señor no pasó mucho tiempo. Fueron dos años. Si echa la vista atrás esta historia puede hilarla desde el inicio mismo de su vida, desde su infancia.
Cuando era pequeña recuerda que enfermó gravemente hasta los ocho años fue empeorando cada vez más hasta el punto de casi perder su vida. “En ese momento mis padres encontraron un médico naturista, era médica pero además ejercía la medicina natural”, explica. Lo primero que hizo al ponerle su tratamiento fue recomendarles que la dejaran en cama hasta que pudiera salir por su propio pie. Tardó un año en salir de la cama. “Como la mente es muy sabia, mi cabeza borró todos estos momentos”.
Ese año que pasó en la cama fue muy importante para su vida y es ahora cuando ha podido darse cuenta de esa etapa tan difícil, pero a la vez tan fructífera. “Estaba tan mal que lo que quería era irme ya de aquí”, subraya. Rezaba para que Dios la llevara. “O me curas o me llevas, pero esto no era vida”. Además, se sentía muy sola. Su compañía era su madre, su hermano, su primo la solía visitar, pero su padre viajaba mucho por trabajo y sus compañeros nunca la llegaron a visitar. Cuando estaba bien se pasaba el tiempo leyendo sobre todo y viendo la tele ya que no podía hacer actividad física.
“Rezaba y tenía la compañía de mi ángel de la guarda”. Y es que, Laura viene de una familia católica, vivían la fe, pero reconoce que no como ahora ella entiende esa vivencia. Acudían a colegios religiosos y a catequesis. Su madre era catequista, hicieron la Primera Comunión y la Confirmación. Su madre al ir a Madrid descubrió la iglesia que ella conoció cuando era pequeña. A ella la veía muy bien, pero le molestaba mucho cuando le regalaba una biblia, la vida de los santos u otras cosas. A Laura le parecía en aquel momento una falta de respeto. En ese momento Laura estaba conviviendo con el que era su marido.
Se dedicaban al tema audiovisual y a través de su madre les pidieron que fuera a grabar unas conferencias que hacían en el obispado de Alcalá. Empezaron a tener contacto con la iglesia desde dentro. Su hijo por aquel momento tenía 3 años y pidió ser bautizado. Ellos se mantuvieron firmes y no quisieron, querían ser coherentes ya que no vivían la fe, no estaban casados, ni iban a misa. Siempre le interesó todo lo espiritual, su lema siempre era Dios sí, iglesia no. “Había visto mucho en entornos católicos que los católicos hablaban mucho de la verdad, la belleza y la bondad y yo no he visto mucha bondad, ni mucha belleza, entonces tampoco había verdad”. Entonces llega una señora y le convence que la resurrección es real. Así, le empieza a generar inquietud el acercarse a una iglesia, en ese momento le daba igual cuál, por el hecho de vivirlo en comunidad. En esa época tenía muchos amigos protestantes. Dos de estas amigas les invitaron a sus iglesias porque coincidió que fueron a visitarlas. “La primera era una iglesia cristiana. Me gustó la acogida. Todo el mundo le dio la bienvenida. Pasado un tiempo le ocurrió lo mismo con unos amigos que le invitaron a ir a la iglesia. En el camino aprovechó para preguntarle cuál era la diferencia entre una iglesia y otra. “Entonces me empezó a hablar de los santos y la Virgen. Empezó a hablar con un odio de la Virgen que me dolió, era como si estuviera hablando de su madre”. En ese momento supo que, si era algo, era católico. En el 2019 volvió a padecer una enfermedad diferente a cuando era pequeña.
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