Jeinmiry Katiuska Ruiz viene a contarnos hoy su historia de reencuentro con la fe a través de la Virgen María. Nació en una familia católica, en un colegio católico pero no entendía el significado de la fe y de la Eucaristía. “Siempre tuve esa búsqueda interior por lo espiritual”, cuenta. Le dió la bienvenida a la nueva era, muchas prácticas que no le llevaban a nada. 

“Me dejaban un hueco infinito que no me daban ninguna respuesta. También llegué a consumir marihuana para encontrar esa parte espiritual”, sostiene. Y es que como cuenta Katiuska, cuando uno siempre busca la verdad, el Señor te la muestra. Fue en los cursillos de cristiandad cuando tuvo un encuentro con el Señor, le dió respuestas que su corazón necesitaba. 

A pesar de estar muy activa en la iglesia, con grupos y cierto liderazgo se fue enfriando hasta desconectar de su fe. “Cuando estamos en este caminar con Jesús, hay un punto en que normalizamos todo y nos volvemos automáticos. Una de las mayores tentaciones es creer que uno cree, es un proceso que no termina jamás”, subraya. 

Sale de su país y se casa por la iglesia. Después de tres años se divorció de su marido con mucho dolor en su corazón. Ella que hablaba de los sacramentos y que daba sentido a lo que había practicado ese acontecimiento le descolocó. “El año pasado papá Dios me regaló la nulidad matrimonial”. 

Se muda de país y viaja a Texas en Estados Unidos y en este momento de su vida ya no había Dios viviendo dentro de ella. “Le había expulsado de forma muy hipócrita”. El pasado año acude a un congreso de Teología del Cuerpo en Miami y es ahí dónde empieza un nuevo despertar en Kati. El sacerdote dijo la frase de que Dios hace nuevas todas las cosas. “En ese congreso las lágrimas me salían. En ese congreso me pasó algo muy especial con la Virgen María. No tenía a María en mi corazón y en mi alma”.

Un joven le regala un rosario en ese congreso. Ese rosario le llevó a consagrarse a María y a rezarle. Ese joven, Sebastián, que le hizo ese regalo falleció más adelante. “En este momento de mi vida, puedo decir que la Virgen María me ha llevado de su mano. A mí me faltaba asumir a María y con ello asumí a otra parte de Jesús”. Considera que ha sido un proceso de sanación doloroso. Le ha costado asumir realidades que estaban ocultas. Hubo un momento de su vida en que reconoce que vivía en concubinato y a la vez tenía excesos. “El mal se va metiendo de manera sutil, empiezas a normalizar cosas hasta el punto que no te importa nada. La Virgen ha ido restaurando mi dignidad de mujer, limpiando todo ese concepto de mujer”. 

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