Testimonio de conversión: Del dolor por la pérdida a abandonarse a la Divina Providencia

Abr 18, 2024 | TESTIMONIOS CATÓLICOS

Leimy es Nutrióloga de fe ya que trata de llevar su fe a su profesión. Nació un 19 de marzo, día de San José. Estuvo estudiando un año en Medicina y por circunstancias difíciles se cambió de carrera e hizo Nutrición. Creció en una familia católica pero no practicante. Le educaron en el amor de Dios. Nunca había estado en un colegio católico y ese año le tocó acudir. “Tenía que hacer el catecismo en ese colegio”. Tenía 9 años y cuando entró se enamoró del don que tenía su catequista para contar los misterios divinos del amor de Dios. “Nos desmenuzaba todos estos misterios. Así me fui enamorando de mi fe y de la Iglesia Católica. Ella fue la primera que me regaló mi primer libro de un santo”. 

Se sumergió en la vida de Santo Domingo Savio, este santo hablaba del significado de la muerte. Comprendió que el pecado es lo que lleva a la cruz. Se fue empapando de historias de santos y su formación en la fe fue creciendo cada vez más. En este punto entran en su vida sus dos abuelas, ambas personas muy creyentes. Su abuela materna realmente la crió ya que sus padres trabajaban mucho. Su padre llegó a ser acólito y entendía más la misa que Leimy. Él también tuvo su propio camino y combate espiritual para ser coherente en la fe. 

Por otro lado, su abuela materna siempre tuvo presente la fe. Tuvo mucho que ver la Virgen María en su vida. Ella nació un ocho de diciembre y murió un 13 de mayo. Leimy pudo experimentar cómo la Madre la acompañó en sus últimos momentos. “Tuvo una vida complicada pero me enseñó, al igual que la vida de los santos, la perseverancia y el camino de la virtud”, recuerda. Veía en su ejemplo cómo cargaba la cruz con amor y paciencia y no por ello se es una persona débil ante el mundo. 

Al poco de estar juntos sus padres, los médicos le dijeron a su madre que no podía quedarse embarazada pero ella quería hacer la voluntad del Señor. Pidió la intercesión de San José. “Ese día mi madre va a la iglesia y le pide a San José que todo fuera bien. Terminé naciendo el 19 de marzo”, sostiene. De San José aprendió a vivir el silencio para poder reconocer la voz de Dios. “Con el caos y las distracciones sólo vemos nuestra parte, la parte que nosotros queremos pero no escuchamos realmente lo que necesitamos”, explica. Pasan los años y llega la etapa de la adolescencia. 

“Nunca suelten la oración porque con el paso de los años uno se va forjando y se hace semejante a Cristo con los dones que nos ha dado y haciéndonos saber nuestro propósito”. Un ejemplo claro es el de San Agustín. Durante la adolescencia se perdió como cualquier joven de la época. Fue una persona tranquila pero sí reconoce que no tenía buenas compañías. Esto inevitablemente aleja a uno del Señor. Pero la fe volvió con fuerza por un hecho concreto.  A su padre le da una embolia. Él era la persona que mantenía a la familia unida. “Tienes planes y de repente esos planes desaparecen. Perdí todo. Experimenté la bendición; he visto la mano de Dios siendo proveedora de mi familia”. 

Puedes seguir a Leimy: https://www.instagram.com/nutriologadefe/

¿Te ha gustado este artículo?

Ayúdanos a seguir creando contenidos católicos

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados