Beatriz es de Valencia pero lleva muchos años viviendo en Burgos. Hace veinte años en que se celebraba el año mariano del rosario y así fue como llegó el rosario a su vida sin quererlo. Tiene un vago recuerdo de su abuela rezando el rosario. “Tengo la imagen de mi abuela en la panadería rezando”. Con el tiempo se confirmó en su parroquia pero nunca llegaban a rezar el rosario. 

Eran jóvenes y no se daban cuenta de la importancia del rezo del rosario, ahora con el tiempo se dan cuenta de lo clave que es. En el año 98 viaja a India y a Nepal. Es en el segundo viaje que realiza decide entrar en una iglesia. “Fueron viajes iniciáticos donde Dios me estaba preparando el corazón con diferentes signos. Me dí cuenta lo lejos que estaba de Dios. 

Una experiencia en India le impactó. Vio a una persona que la estaban enterrando con mucha alegría. Se plantea qué había detrás de la muerte. En los viajes que hizo iba buscando respuestas a su vida personal y profesional. Quería ver cómo en otros países utilizaban la música, como musicoterapeuta le interesaba. En el viaje a Nepal estuvo acompañada de una amiga. Descubrió cómo había un lenguaje no verbal a pesar de las lenguas. “Descubrí una comunicación limpia y directa, a través de los gestos, las miradas y las sonrisas”. 

Le vino a su cabeza todas las experiencias de alejamiento que tuvo pero también las experiencias de fe en la parroquia. Estaba junto con otra persona de allí viendo el atardecer y este hombre trazó una cruz que llevó a Beatriz a todos estos pensamientos. “En mi regreso a España lo primero que hice fue entrar en una iglesia. Si he entrado en tantos templos hindúes. Quería volver a vivir lo que ya había vivido entonces”. 

En el año 99 decide dejar el trabajo y comprarse un terreno dónde poder vivir y reflexionar sobre todo lo que había vivido. “En ese segundo viaje que hice, lo hice pensando en cómo la gente utilizaba la música para sanar pero también en qué le pasa al alma después de la muerte. Me interesaba mucho”. 

Quería seguir caminando por dónde Dios le iba marcando, dejó su trabajo y a su pareja. Un verano, una amiga le invita a un curso de primitivismo. “Ahí me dieron las herramientas para sobrevivir sin tener que ir al supermercado sino con lo que nosotros producimos”. Recuerda que tenía un libro de una psicóloga dónde habla de la rueda de Ezequiel, eso a Beatriz le recuerda a algo de la Biblia. 

Regresó a casa de su madre, fue un viaje en busca de la Biblia. “Había una emoción dentro de mí que me empujaba. Conseguí la Biblia y lo primero que hice fue buscar en el índice Ezequiel”, explica. Una amiga se acercó un día para entregarle un librito con lecturas. No entendía nada de lo que le estaba sucediendo pero pensaba que ya lo entendería. 

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