Paulina Rojas es una cantautora católica chilena viviendo en Colombia. Los comienzos en su vida de fe y de la música siempre fueron muy de la mano. “Mi encuentro personal con Dios se unió al gusto por la música y a una necesidad de servir y evangelizar a través de este ministerio”, explica. Desde la sencillez de su parroquia fue cómo comenzó. “Para mí la música es un lenguaje y un medio para conectar con las personas tanto en la vida de la iglesia como con el resto”, comenta.

El llamado para Paulina siempre fue a darse, a salir, “de una manera muy integral y la música siempre fue una excusa”. Viene de una familia de padres separados, creció siempre con su madre. Su padre se fue de casa cuando era muy pequeña y creció sin saber de él y sin tener contacto con él. “Crecí en un hogar católico practicante. A uno lo llevaban a la iglesia y los mayores nos enseñaban a rezar. Recuerdo que mi abuelo materno fue una pieza fundamental en mi vida de fe”. La llevaban a la iglesia y llegó un momento en que tenía que hacer su Primera Comunión, era un acontecimiento social, sólo eso. En ese momento era un acto que había que cumplir. 

Su madre, empezó a participar de la catequesis de manera conjunta con los niños, era algo obligatorio. “Mi madre tuvo su acercamiento a Dios en esta etapa de mi vida. Después de este tiempo mi madre ya se acercó de manera más comprometida a la iglesia”, comenta. La madre participaba en grupos de oración de la Renovación Carismática. Tiempo después su madre le invitó a un retiro de jóvenes. “Era un retiro que promocionaba la Renovación. Recuerdo haber tenido en ese retiro tener una vivencia del amor de Dios como padre. Era nuevo para mí y extraño. Entender que Dios amaba como padre”, sostiene. 

Recuerda que fue una experiencia de mucho amor, experimentó una “llenura de amor». La experiencia del amor de Dios derramándose en mi corazón. Ahí me dí cuenta que siempre estuve vinculada a las cosas de Dios”. De este modo, el proceso de conversión fue para Paulina como proceso de redescubrimiento, sabiendo que Dios siempre estuvo ahí. “Creo que Dios fue haciendo en mí un proceso, en mi manera de pensar, de ver el mundo. 

Es ver a través de la mirada de Jesús. Poder entender cómo ha sido el paso de Dios a través de nuestra vida. Fue un proceso sanador y me reconstruyó”. Y es que al ser hija única y su madre viajando todo el tiempo por trabajo vivió esa soledad que la llevaba a vivir en orfanatos. Tenía una herida por sanar. “Sentía que no era valiosa, tenía un padre que me había abandonado”, subraya. Además su vida también estuvo llena de abusos, algo que le hizo ser introvertida, tímida. Todas estas situaciones ocurrieron al margen de su madre, fue recientemente cuando pudo conversar con ella sobre estas vivencias personales. 

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