Eduardo es de Panamá y parte de un salmo para contar su propia historia de salvación. Recuerda que cuando tenía 12 años, la profesora de Religión les pide comprar un libro de Religión. “Recuerdo una tarde, fue a buscar ese libro y en el momento que fui a comprarlo, salió un sacerdote y me habló de un grupo de acólitos, me llamó la atención”. Fue a la primera reunión y así comenzó su aventura. Una aventura que ha tenido claroscuros. Así, comienza a formarse en la parroquia. Iba con el sacerdote a las comunidades, con su sotana blanca. “El Señor fue tocando mi vida misionera, sentí esa vocación misionera”, cuenta. 

Empezó a ir como misionero ya no como acólito. Se sembró en Eduardo su deseo de ser sacerdote. Fue a su primera jornada vocacional. “Sentí ese anhelo, esa pasión de servirle al Señor en el altar”. Entró en el seminario, pero no logró finalizar, terminó saliendo, decepcionado de lo que allí vivió. “Salí siendo como un Saulo, atacando a la iglesia y metiéndome en un mundo oscuro porque soy de leer mucho y me fascinan mucho los temas trascendentales”, sostiene. 

Leía una revista que hablaba de lo paranormal. “Fui practicando temas de brujería y todos estos temas y a la vez iba al coro y apoyaba a la iglesia porque me seguía fascinando la misión. Me fui adentrando tanto que me metí en una secta satánica”, comenta. En esta secta le guiaba una sacerdotisa, hasta que un día le pregunta si quería hacer un pacto con el maestro, él dijo que sí. “Comencé un proceso de formación interesante, el control mental, antibíblico. Comencé a meterme en el mundo de los hechizos”.

En medio de todo esto, hay otro momento en su vida. “Yo practiqué un aborto hace 28 años y es que cuando tenía 18 años tuve una atrofia testicular pero el médico no supo hacerlo bien”, comenta. De esto hablaremos más tarde. Con la que era su mujer fue a la doctora para intentar tener hijos y la doctora le dijo que no podía tener hijos. Del mismo modo Eduardo, tuvo una novia y esta chica se quedó embarazada, decidieron abortar y ella casi muere desangrada. “Salimos de la situación pero ya quedó esa cicatriz doliendo siempre, como hombre quedé mal. Empecé a llevar una vida sexual desordenada y beber alcohol”. 

Sus padres intuían que en esos momentos de su vida andaba metido en algo extraño pero no se podían imaginar en dónde podía estar. “Llega el momento donde me dice la sacerdotisa que tenía que hacer pacto con el diablo, lo único que me preocupaba era que tenía que hacerlo en el patio de mi casa”. Su limitante era que tenía un vecino que era diácono permanente y los perros podrían ladrar. Ella le dijo que no pasaba nada, que cuando eso ocurriera todo lo demás se pararía.  “Hice hechizos, entierros en el cementerio en medio de la lluvia. Me aproveché de mujeres en los hechizos. 

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