Testimonio católico de conversión: Del New Age y desorden a la paz de la Confesión

Nov 20, 2023 | TESTIMONIOS CATÓLICOS

Fátima es de Argentina de una pequeña ciudad del interior del país. Es arquitecta y tiene 30 años. Nació en una familia católica. Su madre supo que estaba embarazada de ella un 15 de mayo, fue una sorpresa. Por eso la llamó Fátima, en honor a la Virgen. Recuerda a sus abuelas que fueron las que le enseñaron a rezar y acudió hasta la mayoría de edad a un colegio católica. “Me gustaba ir a misa y encontrarme con Jesús”, cuenta. 

Era una alumna aplicada y le gustaba ser perfeccionista en aquello que realizaba. En la adolescencia tuvo un problema de acné grande. Le afectó mucho en su autoestima. “Me sentía fea. Cuando mis amigas empezaban a gustarle los chicos yo sentía que tenía ahí una gran herida que me impedía relacionarme”. A los 16 años este problema en la piel se va y la autoestima se va “sanando”.  

A los 18 años se muda a la ciudad de Córdoba para continuar su formación profesional. Seguía su vida de iglesia, trataba de ir pero no era continuado. “Mi vida católica seguía rigiendo mi vida, pero en este momento de mi vida tenía demasiada libertad y no supe llevarla”. 

La experiencia universitaria en cualquier lugar del mundo es un gran cambio si uno no tiene unos objetivos claros y una fe fuerte, ese fue el caso de Fátima. Así, fue cayendo en el mundo, salía mucho de fiesta, perdiendo la conciencia y el control. Buscaba todo el tiempo sentirse bella y validada por los hombres. Fue algo gradual, no es que de un día para otro que negara a Dios. Era algo sutil que se manifestaba en lo cotidiano. “Lo primero que me pasó es que estaba viviendo dos vidas. Esa parte responsable del estudio y la parte del mundo. Dejé de confesarme y así cada vez iba menos a misa”. 

Una conducta que continuaba y nadie de su entorno sabía que esto estaba sucediendo. Sólo sus amistades. Se le fue de las manos. Tenía un deseo de ser reconocida y amada en los lugares equivocados. “La herida del principio unida a la mundanidad. En esta época comencé a tener experiencias feas, tenía parálisis del sueño, se me aparecían cosas muy feas”, explica. 

No se podía mover, se le aparecían demonios. A pesar de esta oscuridad, en el fondo sabía que Dios estaba a su lado. Fueron muchos años los que vivió perdida, olvidando su propia identidad. “Seguía ciega hacia adelante en esta vida perdida”. Aún así, siempre había algo que la llevaba a Cristo pero se resistía a cambiar de vida y todo volvía al mismo punto. A esa parálisis del sueño se unió el padecimiento de una fuerte depresión y unas incipientes tendencias al suicidio. “Todos estos pensamientos inundaban mis pensamientos”. 

Su vida académica seguía perfecta y así le surge una oportunidad laboral en Europa. “Mi conducta no cambió pero el vivir en esta ciudad me permitió el gusto por una vida más tranquila”, reconoce. Después de ese año de experiencia quería volver a Córdoba pero ese caos le hizo regresar al lugar dónde nació con sus padres. Pero con sus padres la relación no era tampoco buena, les culpaba de todas sus desgracias. Aquí es dónde arranca la presencia de Dios en su vida, casi sin darse cuenta. 

¡No te pierdas el testimonio completo!

Sigue a Fátima en sus redes sociales: https://www.instagram.com/flyfati/?hl=es

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