Ana Ludevid es madre de familia, catequista y agente de la pastoral de la salud. Está felizmente casada desde hace 33 años. Todo empieza desde su nacimiento cuando nace en Barcelona en el seno de una familia católica. Era una niña feliz, le gustaba las cosas de la iglesia, hizo la Comunión y la Confirmación muy joven. Llegó la época de la adolescencia y sintió que no había integrado toda esa formación en su día a día. Le importaba lo que pensaba la gente de ella.  

“Mis padres que eran personas de fe pero que no tenían una vivencia muy fuerte en su vida cotidiana, celebraron sus 25 años de casados y les regalamos un viaje a Estados Unidos a ver a unos amigos. Allí mis padres aunque no entendían nada en una Eucaristía recibieron una gracia muy fuerte del Espíritu Santo”, explica. Salieron de esa Eucaristía muy renovados e interpelados y cuando regresaron preguntaron si existía algún grupo de la Renovación Carismática en Barcelona. Fue un cambio de vida para los padres de Anna. 

A Anna le presentaron al grupo de jóvenes y fue en este contexto cómo conoció al Señor más personal. “A partir de ese día comenzó a brotar en mí una sed de Dios y de oración. Descubrí la adoración al Santísimo, la Palabra de Dios. Fue como una explosión interior muy fuerte”, recuerda. Así, frecuentaba el grupo y su hermana un día le invitó a la oración de Taizé y allí descubrió una oración muy bonita, contemplativa. Hubo un encuentro de Taizé en Barcelona y ahí fue dónde conoció al que hoy es su marido. “Fue como un flechazo. 

Teníamos que andar un camino para ver si ese camino lo queríamos recorrer juntos”. Tenía tanta sed de Dios que se preguntaba si realmente si a lo que le estaba llamando Dios es a la vida religiosa. Se dió cuenta que con toda su vivencia que tenía en Barcelona estaba influenciada por el ambiente de su familia, de sus estudios y todo ese ambiente no le permitía hacer un discernimiento con tranquilidad. Necesitaba tener un tiempo aparte para poder reflexionar de verdad. 

En el verano de 1989 acudió a Lourdes y encontró una comunidad carismática una religiosa le comentó que tenían una casa de la comunidad en Francia dónde podía hacer este discernimiento. “Volví a Barcelona y le comenté a Enmanuel (su futuro marido) lo que quería hacer. La idea fue hacer la JMJ de Santiago y después de la JMJ decidir. La respuesta fue que tenía que irme a Francia a pesar de la decisión dura”, comenta. Ante la decisión de Anna, él tomó conciencia de que debía hacer lo mismo. 

Cuando él estaba haciendo su propio retiro hubo un guiño de la providencia. Hubo allí un encuentro de Carismáticos dónde estaba. Estaban en la misma comunidad pero él en Alemania y Anna en Francia. “Estuvimos ocho meses rezando el uno por el otro. El Señor durante esos meses nos habló a cada uno de nosotros. Al final de este proceso vimos claro que nuestra llamada era al matrimonio”, comenta. También se dieron cuenta que en la comunidad dónde habían estado eran ya como su familia. Vieron que esa tenía que ser su comunidad. “En esta comunidad estuvimos viviendo varios años, nos casamos. En 1993 nos pidieron formar parte del equipo fundacional para España”, explica. 

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