Manolo Chacón es un joven de 24 años de la ciudad de Sevilla en España. Como joven reconoce que los medios digitales son un medio muy bueno para evangelizar a los jóvenes. Se ha criado en una familia católica y practicante y refuerza que sus padres y sus abuelos fueron fundamentales para su vocación. En Sevilla está muy presente el tema de las hermandades tanto en Semana Santa como en otras épocas, un escenario muy proclive para que en Manolo fuera creciendo esa fe que se impregnaba por todas partes de su ciudad y de su vida.

A pesar de pertenecer al mundo de las hermandades, reconoce que no ha tenido una vida parroquial muy activa. “Mi historia con la fe se ha forjado dentro de las hermandades. Es verdad que el Señor en este último encuentro de la JMJ el Papa, ha dicho que el Señor nos llama por nuestro nombre”, explica. Cuando Manolo notó ese primer contacto del Señor con él fue en el año 2007 con la muerte de su abuela. “Decido seguir yendo al turno de adoración que solía ir con la familia. 

Esos momentos fueron aumentando. Ahí noté el primer contacto de Dios conmigo”, recuerda. Había poca gente en la capilla. Miró la hostia consagrada, empezó a nublarse todo y comenzó a llorar. “Se lo dije a mis padres y me comentaron que fuera al seminario menor. No entré por miedo a irme a vivir lejos de mi familia”. 

El Señor se siguió haciendo presente en cosas que Manolo no entendía. Sevilla es una ciudad muy mariana, con gran devoción a la Virgen. “Esto nos influye a los que vivimos aquí en nuestro modo de vida. Quizás no vayas predispuesto a encontrarte con Dios pero pasa de la forma más insospechada. 

A cada uno nos llama diferente según nuestra vocación”, sostiene. Para Manolo la vocación es ese sueño que Dios tiene para que nosotros seamos felices. “Yo sabía que el Señor me llamaba a la vida religiosa pero renuncié mucho a eso. Dejé de ir a misa por miedo a que Dios me pidiera más o no saber cómo darle respuesta. Hay crisis de respuestas a esas llamadas, no crisis de vocaciones”. 

Estuvo mucho tiempo sin responder al Señor. Siguió esos años, estuvo con una pareja, con sus amigos. Académicamente fue teniendo muchos tropiezos. Y es que no quería dedicarle su vida al Señor aunque sabía que tenía que hacerlo. “Un día en un camino del Rocío cuando estaban los peregrinos durmiendo me acerqué a la Virgen y estuve una hora y media mirando pidiendo respuestas”, cuenta. 

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