Con el Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad y la Iglesia nos invita a mirar la humildad de Jesús que se convierte en una epifanía (manifestación) de la Santísima Trinidad. Así lo corrobora el relato del Evangelio.
Jesús, Dios y hombre sin mancha, es bautizado por Juan. ¿Por qué es esto, si en Él no hay pecado? La pregunta roza el misterio: Jesús con su Bautismo le está abriendo la puerta de la salvación a todo el género humano. Nuestra naturaleza dañada por el pecado original queda restituida.
Cristo es la fuente de toda pureza y si Él no nos lava, el pecado mantendrá su dominio sobre nosotros. Las aguas del Bautismo tienen un profundo significado: vida nueva y libertad. El Bautismo es el sacramento que nos ha renovado completamente, al punto de que es “nuevo nacimiento” para la vida de la Gracia.
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