Estas son algunas anécdotas que demuestran lo gracioso que podía llegar ser san Juan XXIII:
La superiora del Espíritu Santo
Cierto día visitó un hospital a cargo de religiosas, denominado “Archihospital del Espíritu Santo”.
Al llegar, la superiora, toda nerviosa y muy emocionada, besó atropelladamente su anillo doblando la rodilla y sólo acertó a presentarse con estas palabras:
– Santidad, soy la superiora del Espíritu Santo.
Con una sonrisa ante tan original presentación y para templar sus visibles nervios, le respondió con chistosa y afectuosamente:
– ¡Qué suerte tiene, hermana! Yo sólo he podido llegar a ser vicario de Cristo.
Su Santidad, soy bautista
Entre las numerosas audiencias concedidas a personajes importantes y no tanto, recibió un día a un senador nortemaericano.
El senador se presentó, dando a conocer su religión, diciéndole:
– Santidad, yo soy bautista.
A lo que el papa contestó con su sonrisa de siempre.
– Y yo soy Juan. De modo que ya estamos completos.
Juan Bautista, el precursor del Señor.
Humor interreligioso
En una ocasión, el Papa recibió al Gran Rabino de Roma, dentro del marco de sus encuentros interreligiosos…
Tras la amistosa reunión, lo acompañó personalmente hasta la salida de la sala de audiencias. Se planteó un pequeño problema protocolar: el Gran Rabino insistía en que el Pontífice saliera primero. El Papa, por el contrario, indicaba cortésmente que cedía la prioridad. Como, a su vez, el Gran Rabino insistía en ceder el primer paso, san Juan XXIII sentenció solemnemente y con humor:
– ¡Que pase primero el Antiguo Testamento!
Los sastres no pensaron en él
Cuando aceptó ser el sucesor de San Pedro, el papa se apartó para vestir las vestiduras blancas tradicionales, pero ninguna de las tres sotanas que habían preparado le quedaba bien; san Juan XXIII era bastante gordo. Siguió el desconcierto entre las personas encargadas de asistir al papa. Él calmó la tensión diciendo: “¡Está claro que los sastres no deseaban que yo fuera papa!”.
Las Hermanas de San José
En cierta ocasión un grupo de religiosas se presentaron ante el “papa bueno” diciendo “somos las Hermanas de San José“: El papa respondió: “Caramba, qué bien se conservan con casi dos mil años de edad”.
Yo soy el Papa
San Juan XXIII contó una vez esta confidencia: “Con frecuencia me despierto por la noche y comienzo a pensar en una serie de graves problemas y decido que tengo que hablar de ellos con el papa. Después ¡me acuerdo de que yo soy el papa! Entonces me digo: Bueno, mañana estudiaremos la solución. Ahora toca descansar”.
0 comentarios