MILAGRO DEL ROSARIO. Apretó su rosario y sobrevivió a los mandos de un bombarbero

Sep 10, 2022 | CURIOSIDADES

Charlie Brown, segundo teniente de 21 años a los mandos de un bombardero F17 de la Fuerza Aérea estadounidense, recobró el conocimiento justo a tiempo de hacerse con el control del avión, que ya empezaba a caer en picado.

En décimas de segundo recordó dónde estaba. Era el 20 de diciembre de 1943 y volvían de dejar caer toneladas de bombas sobre Bremen, y habían sido acribillados por no menos de quince cazas enemigos, que les habían dado por derribados. Sólo funcionaba uno de los cuatro motores, y de los miembros de su tripulación -en su primera misión de combate- uno había muerto (el artillero de cola) y otros seis estaban heridos. Tocaba volver a casa… si lo lograban. No sabía muy bien qué hacer, porque sus hombres heridos no estaban en disposición de saltar, ni mucho menos de sobrevivir sobre terreno enemigo. Pero ¿cuánto podría aguantar en el aire?

Pero, al acercarse, Stigler se dio cuenta de que no habría combate. Vio al artillero muerto y su habitáculo bañado en sangre, el avión rodeado de un humo que presagiaba la caída, la sustentación comprometida por la destrucción de tres de sus motores… y a través de la cabina del piloto vio a Brown, que a duras penas mantenía el rumbo.

Stigler echó mano de su Rosario, que le acompañaba en cada misión, lo apretó y levantó el dedo del disparador. Sabía que terminar de derribar aquel aparato que ya no podía hacer daño no era un acto de combate, era un asesinato. Eso lo sabía por su fe, pues es lo que había aprendido en su hogar, una fervorosa familia católica bávara conocida por su animadversión a los nazis.

Adam Makos contó esta historia en su libro A Higher Call [Una llamada más alta], donde da cuenta de la religiosidad personal de Stigler: “Él tenía un fundamento en la fe con la que había sido educado. Así que sabía que tendría que dar cuentas a Dios y sabía que Dios le estaba mirando“. Una escena inconcebible… y arriesgada para el alemán

Aquel día Stigler puso en práctica, pues, ambas cosas: la caridad cristiana que le enseñaron en casa y las normas del honor militar que le transmitió su comandante. En vez de disparar contra el B17, se puso a su lado.

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