INCREÍBLES DIÁLOGOS DE VIDENTES CON ALMAS DEL PURGATORIO

Jun 18, 2022 | CURIOSIDADES

Hay muchas historias de encuentros con almas del purgatorio de santos y beatos. Especialmente San Padre Pío, el Beato Enrique Suso y San Juan Macías, son conocido por haber liberado literalmente miles de almas del Purgatorio durante su vida santa.

Lo que muestra que Dios permite ayudar a las almas en el Purgatorio por parte de seres en la tierra. Y sucede a personas piadosas y compasivas, que por eso mismo es más probable que respondan a sus peticiones ofreciendo sacrificios, sufrimientos y oraciones, que son los medios que ayudan a las pobres almas. En este artículo traemos dos relatos poco conocidos de visitas del purgatorio a Eugenie von der Leyen y a Santa Gemma Galgani. Estos dos relatos tienen en común que evidencian lo que se cree que las oraciones tienen efectos diferentes para las distintas almas en el purgatorio. En primer lugar, reciben una disminución de parte de su tiempo asignado para estar en el purgatorio; algo así como disminuir la condena de un prisionero aquí en la tierra.

Y en segundo lugar también reciben un cierto alivio del dolor de la purificación que están experimentando; algo así como dar un vaso de agua a alguien que tiene mucha sed. Todas excepto las que están en el nivel más bajo. Algunos místicos dicen que las almas en el nivel más bajo del purgatorio no reciben la segunda gracia, o sea el alivio, sino sólo la primera. Pero una vez que se elevan a la región superior del purgatorio, recibirían las dos gracias de nuestras oraciones. Una de esas almas que Dios permitió ser visitada es Eugenie von der Leyen (1867-1929) quien hizo un diario de las apariciones de las almas en el Purgatorio que se le presentaban.

Eugenia era una mujer bien educada y de nobleza alemana; de hecho Eugenie llevó el título de princesa y vivió en un castillo ancestral en Waal, Baviera, Alemania. Por orden de su confesor, mantuvo un diario de sus contactos con las pobres almas, que después de su muerte fue entregado al obispo Eugenio Pacelli, quien más tarde se convirtió en el Papa Pío XII. 11 de junio de 1923. Al despertar, veo una larga forma grisácea sobre mí, completamente nebulosa. No puedo decir si hombre o mujer, pero es antipático. Estoy muy asustada. 14 de junio.

El fantasma estaba en mi habitación cuando quería dormir. Entonces dije en voz alta mi oración de la tarde, durante la cual se acercó mucho a mí. Si no hubiera sido por sus brazos, más bien parecería un tronco de árbol ambulante. Se quedó quizás veinte minutos, luego volvió a las cuatro. 16 de junio. Fue muy malo. Me sacudió el hombro. Fue un momento horrible.Lo golpeé y le dije: “¡No me toques!”.

Entonces se retiró en un rincón. En mi empujón, no sentí un cuerpo, era como una toalla húmeda y caliente. Creí que ya no podía soportar tal terror. 18 de junio. Otra vez esta cosa horrible. Quería apretarme el cuello. Oré con temor y tomé en la mano la partícula de la Cruz [una reliquia santa que poseía]. Entonces permaneció conmigo, permaneciendo erguido y grande delante de mí. No respondió a las preguntas. Entonces salió por la puerta, que dejó abierta.

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