¡Impactante! Del secuestro de su padre y enfermedad de su madre a refugiarse en María

Feb 8, 2024 | TESTIMONIOS CATÓLICOS

Claudia Tabares es de Colombia y es la menor de tres hermanas. Cuando tenía cinco años, por trabajo se fueron a vivir a la capital, Bogotá. Se acuerda que vivir en una casa preciosa con un gran jardín. Su madre mandó poner una Virgen. Podían jugar en compañía de la Virgen. Su padre era un hombre muy trabajador y se pasaba el tiempo fuera de casa, su madre era ama de casa. A ellas les extrañaba que se pasara tanto tiempo fuera de casa. 

Nunca les faltó nada material ni amor por parte de su padre. Ellas estudiaban en un colegio cercano a la casa. Una mañana fue su tío a recogerlas al colegio y un coche con hombres armados secuestró a su hermana. Era una época de violencia en Colombia. “Estábamos sintiendo el golpe del secuestro en nuestro hogar. Mi madre era una persona de fe”. No podían volver a salir de la casa y tuvieron que empezar a dar clases en casa. Su madre estaba sola mientras el padre seguía fuera trabajando. 

Su madre pagó una recompensa millonaria para que ella regresara. La bienvenida de la hermana fue dolorosa porque la hermana echaba en cara a su madre por qué no habían pagado la recompensa por su padre. En ese preciso instante se enteraron de que su padre había sido secuestrado. No supieron nada de su padre y su madre decidió que debían mudarse de ciudad para empezar una nueva vida fuera de peligro. Ingresaron en un colegio católico y las monjas del colegio les recomendaron que a los niños les dijeran que su padre había tenido un accidente para no alarmar. 

Más adelante volvieron a la capital. Los lazos entre las hermanas se fortalecieron y en ese momento comenzaron a estudiar en un colegio mixto. Pero al tiempo, su madre decidió volverlas a cambiar a un colegio católico. Ellas se enfadaron por tanto cambio y porque en ese colegio estaban a gusto. “En este colegio conocí las virtudes, la misericordia y a la Virgen María”. Al cumplir 13 años, su madre enfermó. Le diagnosticaron un cáncer, pero se dieron cuenta que tenía metástasis en los riñones. Fueron 9 meses en los que pudo despedirse de sus hijas. “El día que mi madre murió, murió en paz y con el Señor. Le dí un abrazo”, explica.

Le dolió mucho pero Claudia estaba tranquila porque sabía que iba a estar en la paz del Señor. Cuando falleció su madre, ellas eran todavía adolescentes. Ellas estaban más cercanas a la familia de su padre. ¿Quién se iba a quedar con tres adolescentes? cada una se fue con un tío diferente. Pero ellas les dijeron que quién quisiera estar con ellas, debían estar juntas. 

Tenía 13 años pero no era una adolescente como el resto. Tenía una serie de responsabilidades que no tenía el resto de niños. Cada una de las hermanas tenía sus propias responsabilidades. Sus padres les dejaron como herencia una finca de vacas y tuvieron que aprender de finanzas y de cómo gestionar todo. 

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