Luis Gonzaga trabajó incansablemente por los enfermos en Roma, cuidando a los que estaban muriendo a causa de una epidemia. Como era de esperar, Luis contrajo la enfermedad, y murió a la edad de 23 años. Mientras estaba en su lecho de muerte, escribió esta sincera carta a su madre, asegurándole su destino final. Es una carta hermosa y nos recuerda que aunque la muerte puede ser triste, también es una fuente de gran alegría que perdura por la eternidad.
En un extracto de la carta dice: “Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin”. El santo es el patrón de los jóvenes y de los que luchan por la pureza. Su ejemplo de castidad sigue siendo una inspiración.
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