Ya en los comienzos, Jesús perdonó los pecados al paralítico y a la adúltera. Con cada uno de sus gestos y acciones nos decía cómo debíamos actuar. Por eso, el mismo día en que se quedó patente que él era el Dios Jesús que nos dejó el sacramento de la confesión.

En la tarde del Domingo de Resurrección… Jesús se apareció a los discípulos y les dijo: “Como me envió mi Padre, así os envío yo. Recibid el Espíritu Santo a quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados y a los que no se los perdonéis les quedarán retenidos.

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Lo que es la enfermedad al cuerpo, es el pecado para el alma y ambos necesitan ser limpiados y sanados. Pero en la historia de la cristiandad el nombre de este sacramento ha ido cambiando, para dejar matices en el entendimiento de su acción en nosotros.

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