Santiago vive en Estados Unidos y es nacido en México, pertenece a la orden tercera de la Merced. Pertenece a un apostolado de las almas del purgatorio. Su bisabuela y su abuela ya rezaban por las almas del purgatorio. “No sabía quién eran las benditas almas del purgatorio pero yo hacía caso a mi abuela y rezaba. Con obediencia y cariño”, explica. Por cosas de la vida, migró a Estados Unidos a una edad joven. Las personas encargadas de llevarle por el camino de la fe fueron sus abuelas. Su abuela paterna siempre le ponía su fe y confianza en Dios. Cuando sus abuelas se fueron y él se quedó más solo, se fue por el lado del mundo, salir, beber. Disfrutar de todo lo que el mundo ofrece. “Cuando mi abuela paterna falleció me dolió mucho porque no pude despedirme de ella, no pude viajar”, explica. En ese momento estaba estudiando y buscando un libro. Le llamó la atención un libro de San Miguel Arcángel y estaba dedicado a las ánimas del purgatorio. Lo leyó y le dejó con ganas de conocer más sobre este tema.
Le comentó a su padre que quería ese libro para tenerlo y leerlo. Así empieza a conocer los tesoros que la Iglesia nos ofrece como el rosario, las indulgencias. “Quise rezar por mi abuela porque no sabía en qué estado se fue”. Santi era una persona muy activa en la Iglesia. Un día estaba en la parroquia y entró una señora que le dijo que iban a comenzar un rosario y que podía rezar el rosario por su abuela. Terminó el rosario y le invitó al grupo de oración. Accedió e invitó a su novia, la que hoy es su esposa. En vez de hacer otro tipo de planes, todos los viernes iban juntos a rezar. Aún así, su caminar en el mundo siguió, pensando que su abuela estaba bien volvió a salir de fiesta. “Tuve un sueño que me decían que mi abuela necesitaba más rosarios. Se lo dije a mi tío y empezamos a rezar el rosario por un mes”. En otro momento, la Virgen María le llevó a la Orden de la Merced. Tomó los votos y fue investido como mercedario terciario. “Rezaba por las ánimas, ofrecía misas, sacrificios y no sabía que más ofrecer”.
Pensaba en cambiarse de orden, era un pequeño combate espiritual. Lo meditó mucho y escribió un email al sacerdote pidiéndole que quería pertenecer a la orden tercera. Esa noche antes recuerda que había algo que le detenía a enviar ese email. “Esa noche Dios me mostró su grandeza. Ví un campo hermoso con pastizales. Era un paisaje muy bonito. Me ví postrado de rodillas postrado el hábito terciario blanco. En mis manos tenía un rosario. Escuché una voz que me dijo que esa era la orden de los Redentores”. Se dió cuenta que esa era la orden dónde tenía que estar.
Puedes seguir el apostolado de Santi aquí: https://www.facebook.com/groups/804020930166530/posts/1543950509506898/?paipv=0&eav=AfbkANzQ-Tsfw559i9vdSYBUb3wkHPeuLIjrDanR3ApNdRwaS3cnXlHicq4jhJ3dO6A&_rdr
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