María Camila Casas es de Colombia. Tiene una historia de fe desde que es muy pequeña, su familia también. Su abuela rezaba el rosario. Entró desde pequeña a un colegio católico que siempre le hizo acercarse a esa fe más. Al crecer empezó a tener una presión de tener que aparentar. Sus padres casi nunca estaban en casa. Empezó a tener sobrepeso. “A los seis años hizo su primera dieta y le recomendaron bajar de peso porque a las niñas con mucho peso no le iban a querer”, explica.
A medida que pasaban los años los comentarios sobre su cuerpo iban creciendo. No sólo hacían comentarios miembros de su familia sino niños de su centro escolar empezaron a hacerle bullying. “En una reunión familiar una prima suya le puso enfrente de su familia y me ridiculizó”. Entendió que no tenía alternativa, que tenía que perder peso como fuera. Entró en otra nutricionista pero esta vez fue consciente de que tenía que hacerlo. Al seguir una dieta al pie de la letra funciona. Empezó a recibir comentarios positivos.
“Me empecé a desmayar por falta de comida en el colegio. Mi hermana gemela se dió cuenta de que algo estaba mal y buscó ayuda”, explica. Le quería comentar a los profesores de que le estaba ocurriendo algo. Todos se preocuparon por ella. “Una profesora le dijo que tenía que buscar ayuda de un psicólogo porque tenía un trastorno de alimentación”, sostiene.
El diagnóstico fue claro: anorexia. A partir de aquí su relación con Dios fue peor. Le culpaba de la enfermedad psicológica por la que estaba pasando. Se volvió atea, dejó de creer en Dios y tampoco acudía a la Iglesia. Año tras año su problemática fue a peor. En el año 2015 estuvo en el punto más débil de todos. “Le dije a Dios que como no me hizo el favor de llevarme con él, que me quitaría la vida yo”, comenta. El intento de quitarse la vida quedó en vano pues falló.
Una amiga un día le dijo que la acompañara para rezar un rosario. Este encuentro con música era de Fruto del Madero. “Le dije a la Virgen que no podía más sola con lo que tenía. Aprendí a rezar el rosario todos los días y me comprometí con mi recuperación”, comenta. Cuando su cabeza le empezaba a atormentar lo que hacía era poner una playlist de música de Dios para que el volumen de Dios fuera más alto que sus pensamientos intrusivos. Le ayudaba a poner su cabeza y su corazón en Dios. Surgió la oportunidad de acudir a un retiro. No conocía al Santísimo y una amiga le dijo que se quedara ahí y hablara al Señor pero no sabía qué había qué hacer exactamente.
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Puedes seguir el trabajo de María Camila aquí: https://www.instagram.com/mariacamilacasaspsicologa/
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