Madre Olga viene a hablarnos de la obra de Dios en su vida. Viene a contarnos lo que el Señor ha hecho en su camino. Es carmelita del Corazón de Jesús y lleva ya 35 años de vida religiosa, desde los 18 años. No se arrepiente para nada de entregarle su vida al Señor. “Lo más grande que tenemos en la vida es la gracia”.
Se ha considerado siempre una chica normal que vivía una vida normal, ha tenido una infancia feliz. Sus padres se han desvivido en darles lo mejor. Tenía planes y deseos de hacer cosas en el futuro. Muchas cosas se han quedado en el tintero y otras han sido superadas con creces. “Mi vida tiene sus complicaciones y problemas. He sufrido mucho en la vida. Mi hermano por una enfermedad muy grave por depresión se quitó la vida”, explica. Un suceso tremendo con el que sufrió mucho pero que también dio muchos frutos.
“Puedo decir como Santa Teresita, tu amor Jesús creció conmigo. Hice la comunión y siempre tuve al Señor cerca, otra cosa es la de querer ser monja”, sostiene. Llega la adolescencia y es verdad que en estos años experimentaba un gran vacío e insatisfacción. “Buscaba algo con lo que llenar mi corazón sin saber bien lo que buscaba. En esa búsqueda me di cuenta con el tiempo que era sed de Dios.
Pasé el proceso normal de adolescencia de cualquier chica”. Conforme pasó el tiempo se fue dando cuenta de lo que buscaba y deseaba. No quería hacer lo que todo el mundo hacía. Buscaba ideales grandes y nobles. Aunque se iba acercando a esa plenitud siempre había algo que fallaba y no se sentía llena. “Un día vi una película que me cambió la vida: Love Story”, recuerda.
Es una historia de amor. “Pensaba que ese ideal de amor era lo que yo quería. Pero en la película la chica muere y ahí pensé que el amor humano es imperfecto. Tuve un gran agobio vital. Yo quería un amor en el que diera todo y que la otra persona lo diera todo también. Tengo que buscar un amor que no se acabe nunca, pensaba que tenía que existir”. Esta inquietud se la comunicaba a una religiosa y ella sabía que un amor así, era Jesús. En ese momento no se daba cuenta. Buscando, se dio cuenta que sólo en Dios podría encontrar un amor así.
“Me di cuenta que estábamos hablando de Jesús”. Cuando descubrió este tesoro tenía 15 años. Y es que Olga quería ese amor pero no quería renunciar a tantas cosas que eso conllevaba. “Una asignatura pendiente en mi vida era escuchar la Traviata. Cuando fuera mayor me propuse hacer todas estas cosas. De pronto renunciar a todo esto se me hizo cuesta arriba pero fuí comprendiendo dentro de mi juventud el sublime conocimiento de Cristo y la grandeza de encontrarme con él”.
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