Endrina es una mujer, madre y católica. Desde pequeña tuvo heridas emocionales, de pequeña perdió a su madre, de un cáncer. “Pude experimentar el dolor que vivió mi madre durante todo el proceso de la enfermedad, fue un proceso en el que veía el deterioro físico”, explica. Vivió heridas emocionales de rechazo y abandono, es algo doloroso para una niña cuando ya desde pequeña se dice que el amor de madre es lo más grande.

Se empezó a preguntar por qué a ella le faltaba su madre y no tenía a su madre como el resto de niños. “Con mi padre experimenté lo que es dar, los valores del respeto, el amor, la disciplina. La muerte fue un maestro para mí”, reconoce.

Su hermano por parte de su madre fallece y su padre muere cuando tenía 25 años. Fue algo muy duro porque se había convertido en su padre, su madre y su amigo. Una figura fundamental fue la hermana Cecilia. Se convirtió en su madre espiritual de alguna forma y le hizo sentir que tenía a esa madre en la Virgen María. “Cuando mi padre falleció todo me iba bien como periodista pero me faltaba lo más importante que era la figura de mis padres. En ese punto de quiebre y de vacío de Dios. Cuando llenas tu corazón del amor de Dios no hay miedo.

El 18 de abril fallece su padre y el 21 de abril, día de su cumpleaños, nace su primer hijo. “Me prometí que nunca celebraría más mi cumpleaños y al final Dios me dio motivos para seguir celebrando la vida”, sostiene. Además es escritora, escribió un libro sobre el duelo. “Cuando uno se pierde, Dios te da la herramienta para recalcular esa ruta. Muchas veces caemos en el error de construir una narrativa de víctima y para Dios somos protagonistas. Y es que la vida no se trata de esas circunstancias sino lo que hacemos con ella”.

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