Padre Byron es un sacerdote que ha tenido una vida de oscuridad que gracias al Señor ha podido salir a la luz de la esperanza. Nació en Santo Domingo en Ecuador, su venida a este mundo se complicó. Su vida estuvo en riesgo mortal. Su madre no podía moverse mucho y al propio Byron los médicos le desahuciaron. 

El rastro más antiguo de la presencia de Dios en su vida, fue en este momento. En el hospital apareció una enfermera vestida de blanco, parecía una enfermera, solo estaba su abuela. “Mi abuela lloraba y pedía auxilio. Esta señora le dice que se tranquilice que se quedara en otra habitación que iba a venir alguien que le iba a ayudar”, explica. El médico les dijo que solo se podía salvar por un milagro. “Mi abuela fue a rezar al pequeño oratorio de la medalla de la milagrosa que le había comentado el médico. Me entregó al Señor”, comenta. 

“Mi madre también le pedía a Dios y me entregaba al Señor. Le exigía a Dios que me dejara sano, como es el corazón de una madre. Tres madres orando, mi abuela, mi madre biológica y mi madre espiritual”, sostiene. La abuela escucha la voz de la enfermera nombrando a la familia y les dicen que el niño estaba reaccionando. Estuvo dos semanas en el hospital. Quería buscar a esta enfermera, preguntó por ella y todos los médicos le decían que no conocía a nadie con esas características. “Ella consideró y yo también, que fue la Virgen María”. 

Byron creció pero sus padres no eran cercanos a la iglesia y no estaba formado ni instruido. Recuerda que iba a misa alguna vez con su abuela pero no tiene más recuerdos. A los 12 años, por las amistades que tenía empezó a tomar alcohol con los amigos y conoció a chicas. “También tenía pecados graves que me laceraba. La lujuria y la impureza todo iba degenerando. Igual que los jóvenes ahora, así estaba yo”, cuenta. Sus padres en estos momentos también peleaban mucho, terminando en una separación. “Estaban centrados en sus cosas, a mí no me supervisan en mis tareas. Me sentía libre, me iba a vivir por meses en la casa de mi abuela. Tuve un tiempo de libertinaje”.

Era joven y podía moverse. En esa libertad de idas y venidas todo pronosticaba que todo iba a terminar mal. Pero la oración de sus madres cuando nació tenía que hacerse efectiva. Después de que sus padres se separaran. Su padre, alcohólico, tuvo un encuentro con Dios. “La familia no sabía explicarlo, dejó la adicción. Para mí fue un cambio muy fuerte. Yo en su momento sentí por él vergüenza. No le crecía al principio”, explica. Pasó el tiempo y él seguía en esa línea, pudo sentir de nuevo que era su padre y la confianza se restauró. 

Recuerda un día cuando le ofrecieron drogas sus amigos y se acordó de un consejo que le dió su padre para no caer. “Este papá comenzó a ganar esa autoridad. Acepto la propuesta de mi padre de ir al retiro que él fue”. Entró sin mucha expectativa. Era tres días. “En este retiro el Señor me toca el corazón y me empieza a fascinar la idea de Dios. 

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