Testimonio de conversión: Un mensaje de la Virgen y el milagro de recuperar la vista

Jul 4, 2024 | TESTIMONIOS CATÓLICOS

Andrea Cuéllar es colombiana y tiene tres hijos. Actualmente vive en Estados Unidos. Nació en una familia católica. Sus padres comenzaron la Renovación Carismática en su país. Era una familia cristocéntrica. “Hay algo muy hermoso del Señor y es que nos da esa libertad. La razón es porque quiere que decidamos llegar a él”. Al llegar a Estados Unidos pensaba que su vida iba a ser diferente. Quería enfocarse en una familia, quería tener dinero y cosas materiales. Con su familia, tuvieron momentos muy complicados, así que viajaron a Estados Unidos de misión. 

Vivían de las donaciones de la Iglesia. “En vez de correr mi vida con el Señor, me olvidé de Él”, reconoce. Andrea piensa que cuando uno no está del lado del Señor corre el riesgo de vivir una vida vacía. Alrededor de tanta gente, tanta familia, un buen trabajo, un buen marido e hijos, se sentía sola. “En mi soledad me daban ataques de depresión. En alguno de estos momentos recuerdo llamar a mi madre contándole que ya no quería vivir”. No sabía por qué sentía este gran vacío en su corazón. Piensa que cada uno de nosotros va por un camino, cada uno puede tomar un camino diferente pero la idea es que todos podamos llegar al cielo. 

“Cuando era pequeña mis padres me contaban que me encantaba danzar, pienso que estaba llena del Espíritu Santo”. Llegó un momento en su vida matrimonial que decía no sentir tanto por él. “Quería viajar a todo lujo y empecé a salir y a beber. Sin darme cuenta comencé a hacer negligencia a mis hijos y hubo un momento que le dije a mi esposo que no quería estar con él”. Su esposo trataba de arreglarlo pero ella no quería, se fue de casa. “El daño más grande que le hice a mis hijos es no enseñarles de Dios”. Por este camino tan intenso que vivía le diagnosticaron un tumor en la cabeza. Comenzó a tener unas migrañas muy grandes. Todo pasó muy rápido. Su hermano le recoge y le hacen las pruebas rápidamente. “Fue en plena pandemia. Todo estaba cerrado. Voy a casa y en cuestión de semanas empieza a notar que se le iba la visión. En menos de nada me doy cuenta que me quedo ciega de uno de los ojos casi”, comenta. Sólamente se acordaba que quizás no se iba a acordar de la cara de sus hijos. Los médicos y amigos le animaban. Durante un ataque de rabia recuerda querer hacerse daño en los ojos con un tenedor. “Mi marido me pidió que le dejara que me cuidara. Pensaba que después de todo lo que le había hecho, era una locura”. No le gustaba que hicieran nada por ella. Sin embargo, empezó a tener dependencia total por esa falta de visión, en lo cotidiano tenían que ayudarla. Su hermano comenzó unos estudios bíblicos e intentaba hablar con sus tíos para que volvieran a la fe católica. “Tenía una gran soberbia y no quería nada de Dios sino que me viera un médico”. 

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