Pascal es suizo, viene de una familia católica. Es de un país que no es muy católico en sí, se nota la influencia del protestantismo. “No hay un catolicismo cultural tan fuerte, se centra mucho en las parroquias. Hay una vida parroquial muy fuerte”, comenta. Su madre de origen era protestante pero se convirtió al catolicismo. Ambos siempre tuvieron interés en una educación católica. 

Recuerda de pequeño que le gustaba ir a las clases de catequesis y religión. Nunca le preguntaban si quería ser monaguillo o participar de alguna manera en la iglesia. Era una persona muy tímida. “Si tu eres tímido no vas a decir nada. Tenía miedo. Esto tiene que ver con mi vocación religiosa”, resalta.

Como joven en la preparación de la confirmación le surgía la pregunta de si ser sacerdote podría ser una opción. Y es que en Suiza no se puede salir de la iglesia, debes firmar un documento para salir oficialmente de la iglesia. Para Pascal nunca se le pasó por la cabeza. “A pesar que mi familia siempre fue una familia liberal y crítica”, comenta. Como joven no era crítico en cuanto a los contenidos de la fe sino a los procedimientos de la propia institución. “Deberíamos ser misioneros de la caridad y de la misericordia. Y en las parroquias a veces experimentamos tendencias contradictorias que tienen que ver  con envidias y luchas de poder”, reconoce.

Pascal tenía dudas por esas mismas contradicciones que veía. Esa discrepancia le llevó a una actitud racionalista que le alejó de la idea de ser sacerdote. “Como joven mucha gente se cree capaz de resolver cualquier problema en la vida. A nivel científico se puede explicar mucho así que me llamaba la atención que había experiencias humanas que no se podían explicar por este camino científico”. 

Cuando comentó que quería estudiar Teología, no lo tomaron en serio. “Tú tienes un sueño, un anhelo y al mismo tiempo ese medio, tu familia, amigos te dicen que eso no es lo tuyo. Lamentablemente decidí no estudiar Teología sino Historia e Historia del Arte”. Le encantaba todo el arte del Renacimiento. Cuando estaba en una galería, estaba como en casa. 

“Por un lado iba a misa con los jesuitas en Zurich e iba profundizando a través de la historia en la misma congregación. Admito que generó en mí cierta fascinación con los jesuitas. En particular la espiritualidad ignaciana me gustó. Dios no simplemente está presente en los sacramentos, en la oración sino también cuando vas de paseo y experimentas algo muy grande contemplando la naturaleza”. 

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