Alma Oviedo tiene 34 años y se siente hija amada de Dios y también es hija de familia, hermana y de profesión nutrióloga. Viene de una familia católica activa, comprometida con los apostolados. Recuerda que desde que era pequeña, sus padres siempre dieron formación en la Iglesia a solteros que se iban a casar, su vida de fe siempre estuvo muy activa. “Ellos nos han dejado este legado a nosotros”. Cuando tenía 18 años tuvo su primer encuentro con Dios. Un día llegó a su casa un chico que la invitó a un campamento de jóvenes. 

Pertenecía a una comunidad de jóvenes dónde rescataban a jóvenes de problemas de adicción, drogas, pornografía. En ese momento que le hicieron esta invitación estaba viviendo una etapa de rebeldía y no quería ir. Prefería salir de fiesta, salir con los amigos y beber. Además, en ese momento estaba la idea de que la Iglesia era aburrida, creció con esa idea de que era una pérdida de tiempo. Le dijo que probara y que si no le gustaba la experiencia siempre estaba a tiempo de salir. “Le dije que si no me gustaba que él mismo me sacaría”. 

Vio un ambiente muy sano y alegre. “Recuerdo la primera noche se acercó a mí el chico y me preguntó que si quería salir. Mi respuesta fue que no”. Recuerda esa experiencia muy bonita, ahí el Señor le sorprendió. Al terminar el campamento, había una mesa con artículos religiosos y todos tenían una cita bíblica. “Vi una cita bíblica que se me quedó grabada: Todo sucede para el bien de quienes Dios ama”. Fue una cita que le entró al corazón. No estaba entendiendo nada, pero sentía que resonaba en su corazón. Años después entendió que esa frase tenía que llegar a su vida por algo.  Después de este grupo conoció otro que era de solteros católicos. “Me volvía loca por hacer cosas, quería traer ponentes”. Había una persona que no le permitía hacer cosas y tuvo una época de mucho enfado y desconfianza con los demás.

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