Miguel Saturno es un venezolano afincado actualmente en Miami. Hoy viene a contarnos como Dios y la Virgen le transformaron su vida. En aquellos años pensaba que los santos sólo podían ser sacerdotes. En su familia eran católicos pero su fe como bien explica era una fe fría.
Fue creciendo muy aparte de Dios a pesar que sus padres le enseñaron a rezar. “Vas creciendo en este mundo, con los amigos. En esas pequeñas travesuras, hubo alguna grande, tuve un gran accidente con un coche. Caímos del coche y fui el único que salió andando. El médico nos dijo que era un milagro que saliéramos vivos de ahí”, explica.
Y es que su madre había tenido un sueño una semana antes que le avisaba que debía tener cuidado con su hijo. Seguía orando pero sólo para pedir cosas materiales. Comienza a tener su vida alejada de Dios y hace siete años llega a Miami lejos de la familia y los amigos. Cuando llegó había una iglesia que era de la Virgen de Guadalupe y le llamó la atención.
Inicia su vivencia ahí, tiene una novia con la que termina la relación y eso supone un quiebre emocional para él, estando solo en ese país. “Caigo en una situación complicada y una noche me fui de casa por la noche y llegué a la Iglesia de Guadalupe. Acudí porque una amiga me recomendó que cuando me sintiese mal acudiera al Santísimo”, explica.
Solo sabía que ahí estaba Jesús pero no conocía más. Al llegar ahí, pensó que se tenía que confesar. Llega a la iglesia y ve a un grupo de hombres jóvenes y le dijeron que a esa hora era muy difícil que se confesara. El sacerdote le acompañó para que se confesara. “Arrancó a confesarme y me puse a llorar inmediatamente. Sentí que había llegado al sitio correcto y sentía vergüenza ante el Señor por todo lo que iba a confesar en ese momento. “, sostiene.
Le dice todos sus pecados y le dice con una sonrisa qué alegría y qué felicidad debía sentir. “Dios ha permitido todo lo que te ha pasado para que hoy estés aquí. Te llegarán muchas bendiciones”. No se esperaba esta respuesta, pensaba que le iba a juzgar y que su penitencia sería otra. El sacerdote le invitó a ir al Santísimo y que rezara el Padre Nuestro y que el Señor le hablaría a su corazón. Miguel no entendía. Se arrodilla ante el Santísimo y comienza a hablar y a pedir perdón.
Había un señor en la iglesia que le para y le pregunta si era Miguel. Era una persona de las que formaban parte del grupo de oración y de Emaús y le invitan a ir al retiro. “Me escribía para enviarme oraciones pero ya me molestaba que cada cierto tiempo le contactara”. Hubo un momento que decide ir ya por pura insistencia. Acudió ese día y empezó el rosario y la misa. “Cuando empieza el rosario sentí que María se sentó a un lado y Jesús a otro y me abrazaban.
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