Vicente Pérez es chileno y viene a contarnos cómo ha sido el paso de Dios en su vida. Reconoce que Dios ha sido muy bueno y generoso con él. Nació en una localidad rural y tuvo una infancia muy feliz en medio de animales y tractores acompañado de gente de campo muy buena. Al final de los años 80 se fueron a vivir a una ciudad intermedia principalmente porque sus padres querían darle una mejor educación. Querían acercarse a la capital para ya a los 16 años estudiar los últimos años allí. 

Entró en la universidad llevado por sus padres y por las circunstancias. Hasta ahí no tuvo cuestionamiento ninguno. Estudió Filosofía y tenía una manera muy idealista de entender el mundo. Sus padres eran muy católicos y le han transmitido esa fe más de rituales. Cuando empezó a tomar sus propias decisiones fue dejando a Dios a un lado sobre todo en la etapa universitaria atraídos por el librepensamiento. En el caso de Vicente quería llevar una vida que no correspondía a Dios, él quería ser un propio Dios. Así estuvo varios años dando vueltas y descubriendo poco a poco que era infeliz. Buscando el sentido dónde no lo había a pesar de tenerlo todo. Sus amigos no eran sus amigos en realidad y había algo en él que le obligaba a saberlo, pero se daba cuenta. “Seguí buscando y de repente me abrí a buscar algo más”, comenta. 

Se había muerto su abuelo y volvió a esa infancia que sentía que había traicionado. La vida en el campo le había “alejado” de sus amigos obligándole a estar solo y a la vez a volver a lo esencial y a lo simple. Su abuela le llevaba a misa y un día un primo suyo fue a ver a su abuela y se quedaron conversando durante mucho tiempo. Le invitó a acudir a un retiro de cuatro meses. “Me comentó que esa experiencia me iba a enriquecer mucho y que me ayudaría mucho por el momento que estaba viviendo. Me fui contra viento y marea a pesar de lo que pensaran de que estaba eludiendo mis responsabilidades”, explica. 

Viajó al sur de Chile, conoció a muchas personas que le conectaron con la persona de Jesús. Se iba por cuatro meses y el tiempo se fue alargando. “Yo tuve un encuentro con una persona. Lo que viví no estoy dispuesto a renunciar nunca más. Desde ahí soy consciente de que a Dios le importo, me quiere y que dio su vida por mi. De la importancia del calvario”, sostiene. 

Así empezó a leer todos los días un rato el evangelio, la biblia, meditar los salmos, a través de este contexto se pudo dar al encuentro. Después de todo este viaje volvió a Santiago. Siguió estudiando, leyendo y así otra persona apareció en su vida. El Señor siempre ha salido a su encuentro a través de ciertas personas que llegan a prestarle distintas ayudas. “Este segundo encuentro fue con un sacerdote. Siempre hubo muchas personas que me hablaron de Dios y propiciaron ese encuentro con él”. 

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