Ferrán España tiene 42 años y hoy viene a contarnos su experiencia de amor y de ser durante todos los años de su vida. A pesar de haber recibido los sacramentos habituales, durante el inicio de mi vida no se consideraba creyente. Tiene dos hermanos mayores. Proviene de una familia normal pero no le faltó nada en la vida. Su infancia fue bonita y fue a un colegio católico, a los escolapios. “Recuerdo con especial cariño el momento dónde nos llevaban al oratorio y nos explicaban cómo Jesús nos quería y nos amaba. Años después entendí el sentido de todo esto”, explica.

Fue creciendo y dentro de este camino fue adentrándose en un ambiente oscuro con todo lo que lleva el mundo de la noche. “Estaba buscando la felicidad en tantas cosas que el mundo me ofrecía. Cada vez se iba oscureciendo mi forma de actuar y salir con las chicas. Estaba vacío por dentro. Tenía una necesidad de ser amado”, sostiene. No es algo que le hubieran enseñado en su casa pero el mundo era lo que le ofrecía. Con 17 años, sus padres se separan y esto supone una destrucción para su familia. En aquel momento dónde su vida no tenía sentido y estaba en la miseria, apareció un sacerdote en su vida. Era una figura totalmente desconocida para él desde sus años de colegio. 

“Recuerdo que estaba en contra de la iglesia y del papa. Me metía con los curas. En aquel momento literalmente se me dio la mano. Una mano bajó desde el cielo y me sacó poco a poco derramando muchas lágrimas y mucha oración y muchas idas y venidas. Se me mostró un camino dónde podía ser pleno”. Ferrán pudo conocer lo que era el seminario, lo que significaba la vida contemplativa, pudo ir a distintas peregrinaciones y a un encuentro mundial de la juventud en Roma. “Al final de los años he podido hilar y es que todas estas cosas han hecho en mí, me han hecho en mí un hombre nuevo, me han ido modelando. Antes estaba ciego y ahora veo”.  

Mientras tanto, su familia seguía rota. Mientras tanto, poco a poco Ferrán fue creciendo y empezó a vivir la fe en una comunidad, en el Camino Neocatecumenal. “Para mí ha sido un regalo como he podido vivir desde la separación de mis padres como la iglesia ha sido mi padre y el sacerdote mi padre. Es lo que me ha salvado. He sido amado hasta el extremo con mucha cruz y sufrimiento por toda mi historia y mis pecados. Pero con Cristo he sido salvado y este es el deseo de mi corazón”.  Actualmente está casado con tres hijos y otro en el cielo. Durante este tiempo con su mujer ha tenido momentos de felicidad pero también momentos de dudas. 

“Un momento difícil fue la aparición de un cáncer en mi matrimonio. Esto no me permitía no tenerme en pie. Tras unos días con morfina me quitaron esta masa. Afortunadamente fue un cáncer, cambió mi vida, fue un regalo para mi familia, algún día mis hijos podrán decir lo mismo. Muchas veces pienso qué hubiera sido de mi vida sin la aparición de la enfermedad”, reflexiona. 

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