Tomás es argentino y tiene 29 años y vive en la provincia de Mendoza (Argentina). Era un masón que llegó a un nivel de maestría. Llegó a encontrar la verdad en la fe católica. En su familia siempre les inculcaron la vida católica y la cultura. Por eso, todos sus hermanos y él se interesaron por algo. Desde pequeño recuerda que le gustaba la mitología griega, le encantaba ese mundo. “Con el tiempo descubrí en estas lecturas descubrí que había un mundo abierto de dioses, siempre quedó en mí como una semilla de dudas, sobre la divinidad de las cosas”, explica.
La vida de Tomás era católica, su padre le llevaba a misa. De hecho, tiene la comunión y la confirmación hecha. Ya en la adolescencia se empezó a cuestionar el por qué de las normas de la iglesia. Se empezó a desencantar de la hipocresía de los adultos. “Ese vacío lo empieza a llenar con lecturas. Lo llenaba con la filosofía griega”, sostiene. Esto le iba alejando poco a poco de Dios. Llegado a un punto de crisis, le dice a su padre que no quiere regresar a misa, que quiere buscar la verdad por su propia cuenta. “Tuve una etapa donde compartía con amistades estas lecturas. Estas lecturas te van separando más, juzgando al mundo en el que uno se encuentra”, subraya.
Dentro de este mundo de sus amistades se encuentra una especial. Uno de ellos le hace una invitación especial que era la de pertenecer a un grupo de hombres donde se compartía conocimiento y ese conocimiento no estaba basado en dogmas católicos. “Así es cómo a los 18 años empiezo a hablar de este grupo. Me van preparando hasta que a los 19 años me dicen que se trataba de la masonería. Quedé sumamente impresionado que me invitaran, orgulloso”, explica.
A los 20 años se muda a la ciudad de Mendoza y es ahí es donde empieza a reunirse con estos grupos. “Paso una sucesiva de reuniones y a los 21 años me comentan que quieren que esté dentro de su institución. En noviembre del 2014 me inicio en la masonería bajo un ritual”, comenta.
Con el pasar del tiempo logró comprender qué significaba. “Conozco muchas personas que me brindan su apoyo y su fraternidad como se suele decir. Todo esto me cautiva mucho. Se me abría una red de contactos muy interesante para un joven como yo”. Mientras tanto sigue con sus lecturas habituales y su vida se iba convirtiendo cada vez en más racionalista y crítica. “Me considero como un ex militante de la masonería porque los que querían dejarlo yo les insistía en que continuaran”.
Hubo un momento donde al pasar el tiempo empezó a sufrir de ansiedad, es cuando empieza a plantearse de manera muy superficial si ese camino no era el adecuado. “Creía que aquí había encontrado la verdad y saberla manifestar”. Se fue recuperando de la ansiedad y llegó la pandemia. El mundo social de la masonería se para y logra dar con debates entre cristianos y ateos. “Me impresionaba mucho las habilidades que tenían para defender su fe y más aquellos que la defendían con argumentos históricos”.
Y es que Tomás siempre sostuvo que el mundo cristiano no tenía que ver nada con el mundo racional pero cuando empezó a entender los argumentos de estos debates, la película que tenía en su cabeza se desmontó.
El sacramento de la confesión le hizo volver a la Iglesia. “Le pedí perdón a Cristo por todas las maldades que había cometido y sentí un amor tan profundo por el mero hecho de pedir perdón. Fue una sensación de reencuentro. Esa sensación me llevó a confesarme.
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