Flor Gómez y su marido Carlos Ramírez viven en Colombia y llevan 26 años de casados. Reconocen que los primeros años no fueron fáciles. Vienen de familias católicas y tras un año y poco de estar juntos en noviazgo, se casaron. “El Señor, a los seis meses de estar casados tenemos el primer regalo, nuestra hija”, explica. En esta nueva etapa, reconoce que fueron dejando entrar la crisis en el matrimonio.
A Carlos le gustaba mucho jugar al fútbol y después de ese juego se quedaba a beber siempre con los amigos. Flor sentía que no tenían tiempo para hablar. “Los fines de semana era para beber y estar con los amigos. Me cuestionaba por qué me había casado. Sentía que ese amor ya no estaba”. Recuerda que hubo un día que ya no aguantó más y tomó la decisión de abandonar el hogar con su hija de dos años.
Un día se enteró que había un Congreso con un sacerdote y decidió acudir. Allí le pedía constantemente que su madre se sanara del cáncer que padecía en ese momento. Pero claro, su madre a su vez estaba rezando por su matrimonio. “El Señor siempre está dispuesto a regalarnos bendiciones. Así vuelvo a Barranquilla con mi esposo y nos dió el regalo de un segundo hijo”.
Así dan comienzo a una nueva etapa pero sin poner al Señor en el centro. Como estaban bien y felices, pensaban que no necesitaban de Él para nada. Pero la situación se volvió a los mismos problemas. Avanzando en la relación, se quedaron de nuevo embarazados y eso les llenó de alegría. De este modo, acudió a hacerse la ecografía, las revisiones pertinentes y el ginecólogo le comunicó que su bebé estaba muerto. “Le reprochaba al Señor el por qué les había tocado a ellos. No quería saber nada, por haber perdido a mi bebé, lo pudimos enterrar”.
Un día trabajando juntos en la oficina, le observaba y veía algo raro en su marido. “Mi marido me confiesa que había estado con otra mujer y que esta mujer estaba embarazada. No podía creer que eso me estaba ocurriendo cuando hacía poco había perdido nuestro bebé”. Su esposo llorando le suplicaba que no le separara de sus hijas. “En este momento fui a buscar a ese Dios que había dejado abandonado. Era un dolor insoportable. El Señor puso en mi corazón que tenía que perdonarlo. El perdón viene de Dios, humanamente no hubiera sido posible”.
A las dos semanas, Flor habló con su marido y permitió ese perdón para que juntos pudieran salir adelante con la gracia de Dios. Pero fue el mismo Dios el que les estaba dando una segunda oportunidad. En mitad del embarazo, la mujer de la que estaba embarazada el marido le escribe y le comunica al marido que iba a ser varón. Este mensaje le volvió a destrozar. “Le pedí al Señor qué hacer en este caso. El Señor me puso en el corazón que le acompañara”.
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