María Andrea Awad es la persona que lleva el proyecto de Feminidad Cool. Esta historia empieza con seis años. Nació en una familia normal, de México. Se fueron a Líbano para después volver a su país. A su regreso a su padre le detectaron una enfermedad mental. En este sentido, su madre con lo que tenía hizo lo que pudo. “Creces y te das cuenta que mi abuelo no podía estar enfermo 10 años que me contó mi madre. No sabía qué enfermedad tenía”. Lo que su madre les transmitía es que era un buen padre pero no les decía nada más.
Así creció con días del padre sin presencia de padre, con una madre que no hacía más que trabajar a pesar de hacerlo lo mejor posible. Hubo muchas carencias, la primera la parte económica, la otra era la falta de tiempo con ellos. “Crecimos con algunos vacíos, algunas heridas. Sólo cuando eres mayor te das cuenta de esas heridas que tenía que resolver”, explica.
En la adolescencia tuvo un novio más mayor que ella. “Empecé a tener relaciones muy tóxicas que no me daban el valor que tengo. Empiezas a permitir muchas cosas”, reconoce. Y es que como no tenía una identidad como hija de Dios esta toxicidad se prolongó. “No me explicaba como no cedí a esa presión social de consumir alcohol, sexo. Pensaba que había algo raro aquí”. Rompe con esta pareja y empieza a darse cuenta aquellas cosas en las que no se estaba dando valor. “Me traumó horrible y tuve muchos años de soltería. no estaba esperando a mi San José.
No sabía ni qué esperar de un hombre por esa carencia de padre”. De este modo, hace un trabajo personal profundo de ver esas heridas. Un poco después de haber cortado con el novio fue a ver a su padre y éste le comentó que preguntara a su madre la verdad de la historia. Esto fue un shock total porque sentía que su madre le había estado mintiendo durante mucho tiempo. “No es que mi madre quisiera mentirte sino que estaba protegiéndome de una historia más dura”.
La verdad de la historia es que su padre se enferma y tiene que irse de la casa por prescripción médica. Sintió compasión de su padre en ese momento porque no tenía culpa. “Mi padre nos dijo que no había día que no nos encomendara a la Virgen María”.Y es que en su familia y ella no había tenido formación católica. Había amigos que le regalaban rosarios, algo que André no entendía. Había personas cercanas que le decían que le recordaban a la Virgen María, como si tuviera una relación especial con ella. En aquel momento lo dejó pasar.
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