Alberto y Patxi son novios, ahora comprometidos vienen a contarnos su historia de fe. Alberto tiene 33 años, es maestro de primaria, actualmente también estudia Ciencias Religiosas. Patricia viene de una familia de cuatro hermanos, de padres divorciados y católicos. Su padre llevó a su madre a la iglesia. “Fui a un colegio protestante y en la parroquia iba a la vez a grupos católicos de jóvenes y me ayudaron a forjar mi relación con Dios”, comenta Patricia.
En el caso de Alberto proviene de familia católica pero nunca se les inculcó la fe. Además al haber estudiado en colegio público nunca pudo empaparse de ello. Los padres de Alberto también se divorciaron. “Apenas rezaba y tampoco me interesaba mucho”.
Patricia aunque creció en una familia católica, siente que no hubo una formación profunda de lo que era la iglesia. “Iba a misa pero no comprendía el misterio que comprende la Eucaristía y los sacramentos. Aunque estuviera entre dos aguas, fue importante los pastores que pasaron por mi vida, fue un apoyo cuando mis padres se separaron”.
Alberto se apuntó a actividades de la parroquia y empezó a conocer personas con sus mismas inquietudes. Un día vió un trailer de una peregrinación de Medjugorje. “Era muy ignorante, no tenía formación religiosa, pero me lancé. Era una persona muy reacia”, comenta. En ese momento no tenía dinero pero finalmente pudo asistir contra todo pronóstico.
Se lo comentó a su madre un día que se iba de viaje a Bosnia a un lugar donde apareció la Virgen. “Fue un viaje bonito, agotador. Cuando llegué allí en pleno festival de jóvenes fue bonito. Tuve mi encuentro con Jesús resucitado, una catarsis”. Una experiencia que define de profundo amor y a la vez de dolor, por la vida de pecado y por todas las heridas familiares que estaba viviendo en ese momento.
Terminó el viaje y volvieron. El cambio vino cuando sus amigos le preguntaron qué le pasaba. “Empecé a acudir mucho a adoración y mis amigos me decían qué me había pasado, si estaba en una secta”. Así, fue conociendo la vida de parroquia y caminando junto a la renovación carismática. Por parte de Patricia, le animaron a ir a este viaje una amiga de la familia, su hermano dijo que si y ella accedió como idea para conocer un nuevo país.
“Fue llegar allí y sentí un gran amor por la Eucaristía, me marcó el corazón. Enamorarme de la iglesia y definir lo que quiero. Fue un despertar y empecé a amar la iglesia y a los sacramentos”, explica.Despertó en Patricia con una sed insaciable de conocer al Señor. “La eucaristía fue esencial, el ir todos los días. Al año siguiente fue de viaje a Medjugorje con unos amigos y entre ellos estaba Alberto. En ese autobús de viaje a Medjugorje se conocieron. Alberto ya empezaba a conocer mucho la vida de los santos, las apariciones. “Era inmaduro, pero empecé a buscar con los franciscanos. Tenía inquietud por la vida religiosa en ese momento”. Finalmente no fue así.
Alberto contó esta historia a Patricia y conectaron mucho desde el minuto cero en lo espiritual.
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