Juan y Lucrecia Ortiz son de Venezuela pero llevan bastantes años viviendo en República Dominicana. Pensaba que Juan estaba llamado a ser sacerdote pero siguió como misionero seglar en la capital de Venezuela. Estuvo cinco años de misión también en África. Nació en un barrio dónde había muchas peleas y tiroteos. Le llamó la atención una familia católica que llegó al barrio, era una familia numerosa.
Llegaron a Venezuela con el deseo de evangelizar desde el amor a la familia, y se fijaban mucho en su ejemplo. Un ejemplo que no tenía en casa, con sus hermanos había un ambiente convulso. Por eso, renegaba de Dios y de su propia identidad. “En medio de eso crecí, sufrí de abusos sexuales de pequeño y tuve que vivir la violencia que los hombres ejercieron con mi madre”, explica. Había un sacerdote en ese momento en el barrio dónde viven que les empezó a enseñar lo que era el amor de verdad. “Vimos la importancia que era tener un hogar, la familia”. Tenía 17 años cuando estaban en ese momento pidiendo familias en misión. Como quería huir de ese sufrimiento, lo vió como una oportunidad. Acude a un retiro de un movimiento católico. Así, deciden que podía irse de misión.
“En Congo veo mucha pobreza. Yo que creía que era pobre, me doy cuenta que había personas con mucha más precariedad”. Así empieza a reconciliarse con su madre por irse con hombres que la dañaron y perdonó a su padre por haberlos dejado solos. Después de cinco años en África regresa a Venezuela sabiendo que su vocación no era la de ser sacerdote sino formar una familia. Lucrecia en esa época también estaba de misión. Sin embargo, Juan tenía todavía muchas dudas. Recién casados tuvieron que salir de Venezuela por la crisis. “Dios nos fue concediendo ángeles para ayudarnos y ubicarnos en este país”, reconoce.
Puedes seguir su apostolado aquí: https://www.instagram.com/juanylucreciaortiz/
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