Marcela Arango es de Cali, Colombia. Creció en una familia católica practicante dónde veía la presencia del Señor a través de sus abuelas. Ellas eran devotas de la Virgen y del Sagrado Corazón de Jesús. “Eran devotas de la Virgen de Fátima, tenían su altar en sus fincas. Las dos rezaban el Santo Rosario a las 6 de la tarde”, recuerda. Creció en ese ambiente en dónde en la tarde se paraba todo para rezar a la Virgen. El amor de Dios se respiraba todo el tiempo. Estudió además en un colegio de monjas. Vivía en un pequeño pueblo dónde reside el Señor de los Milagros, allí acuden muchos peregrinos. En el colegio tenían actividades de oración y mucho contacto con religiosas. Nació en el núcleo de una familia muy sana y tranquila y con dos hermanas más las cuales estaban muy unidas.
Todo marchaba normal hasta que llegan a la edad de 15 años. Crecieron muy unidas y compenetradas, tenían el mismo círculo de amigos. “Estábamos en ese momento de plena adolescencia. Por nuestros valores sí que éramos obedientes y teníamos amistades sanas. Sin embargo, mi hermana tenía un noviazgo y decide romper con él porque había otra persona”, explica. A partir de ese suceso, en la casa se empezó a vivir un ambiente tenso porque su padre era una persona de normas, una persona muy exigente. En una de esas fiestas de los 15 años, era el cumpleaños de una de sus amigas. Su hermana decide ir a una fiesta con otro grupo de amigos y este nuevo novio. Su ex novio la ve en esa discoteca y se lo comenta a sus padres. Esto hace que su padre les impusiera un castigo de forma disciplinaria. “Mi hermana estaba muy apegada a mi padre y no se perdonaba haberle fallado a mi padre. Llegó un momento de oscuridad a la familia, mi madre estaba triste y yo también”.
Su padre ve que Marcela no tiene que ver con todo esto y le quita el castigo. Ese día una de sus abuelas que no acostumbraba a ir a casa reza el rosario con su padre. Marcela estaba en una cena familiar en otro lugar. Fue ese día dónde reciben una llamada que lo cambia todo: su hermana se quitó la vida. Es aquí dónde se pregunta dónde estaba Dios. “Empiezo una pelea profunda con Dios. Me alejé de mi madre, es como si al enterrar a mi hermana también enterrara a mi madre. Mi padre fue mi tabla de salvación en ese momento”, sostiene. En ese momento Marcela tenía 14 años. Estuvo con psiquiatras. No era consciente de ello pero Marcela iba distanciándose con su madre, había una gran herida de abandono en ella.
¡No te pierdas este impresionante testimonio! Puedes seguir el apostolado de Marcela aquí: https://www.instagram.com/mariarosefragrance/
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