Ana María es colombiana pero actualmente vive en Miami. El amor y la misericordia de Dios le alcanzó. Cuando empezó este camino recuerda cómo le encantaba escuchar testimonios. Es un honor para ella poder hablar de Dios y sus maravillas. Nació en una familia muy católica, de las que rezan el Rosario. Su madre, antes de tenerla a ella tuvo dos abortos. “Ella recibió un mensaje de la Virgen María de que estaba embarazada de mí. Desde el momento de mi concepción ha estado marcada por la Virgen”, explica.
Lo que le cuenta su madre es que se sentía bastante turbada. Estaba esperando a su tercer hijo que era ella. Tuvieron que mudarse de ciudad porque en la ciudad dónde viven les amenazaron. Su niñez la recuerda muy sola. Le tocó trabajar mucho para salir adelante y creció sola con muchas heridas en el corazón de abandono y tristeza. “En el colegio de monjitas dónde iba recurre a ir a la capilla del colegio cuando estaba en momentos complicados. Me arrodillaba ante la Virgen María”, sostiene.
Llegan los años de la adolescencia y con ello la rebeldía. Siempre tenía esa intención en su corazón de querer hacer las cosas bien pero nada le llenaba. “Sentía un vacío profundo en mi alma. Nunca se me va a olvidar ese primer encuentro en un retiro espiritual”. En ese encuentro sintió por primera vez la misericordia de Dios. Esos periodos de soledad, de vanidad, los llenaba por no sentirse hija de Dios. “Esos momentos de vacío los llenaba con cosas del mundo. Esto dejó huellas perdurables en mi corazón”. El mensaje del Señor en aquel retiro fue para Ana María como un despertar espiritual. “Tenía novio en ese momento y entendí desde ese momento el valor de la castidad. Fue una gracia. Recuerdo que hablé seriamente con él para decirle que no podíamos seguir así”, comenta.
Sentía esto en su corazón, se sentía amada y sentía que se le había brindado una segunda oportunidad. Sin embargo, a través de los años uno se va enfriando. Esta etapa podría llamarse la etapa de la reconversión. Y es que las turbaciones y tormentas vuelven a la vida de uno y es aquí es dónde comienza la verdadera prueba del amor. “Fue en este momento dónde pude reafirmarme en la fe”. “La misericordia de Dios es eterna y siempre va a querer que volvamos a él. Él necesita probarnos. Necesitamos que nuestra fe sea probada para lograr experimentar en carne propia el amor y la providencia de Dios en nuestra vida”, refuerza. Esto fue lo que Ana María sintió en esta segunda parte de su historia. Así,logra entrar en reconocer sus propias heridas. El Señor en esta segunda oportunidad le invita a mostrar sus heridas. “En todo este tiempo entré en un proceso de sanación y de reconocerme quién soy”.
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Puedes seguir a Ana María aquí: https://www.instagram.com/anamariah_1090/
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