Sebastián Pardo vive actualmente en Bogotá (Colombia) y nació en una familia católica común y corriente. Había momentos en que se acudía a misa y otros no tanto, lo que recuerda que le aburría mucho era rezar el rosario. Solamente rezaban juntos el rosario cuando ocurría algún evento especial Sin embargo, recibió las catequesis de la Primera Comunión. Reconoce que algún conocimiento se quedó en él sobre el pecado y la necesidad de ir a la Eucaristía.
Hubo un punto en la vida de Sebastián en que ya no encontraba sentido a todo lo que tenía que ver con la fe. Desde pequeño estuvo interesado en la música, con sólo 9 años le regalaron una trompeta. “Empieza mi cercanía con Dios de esta manera. Me vi obligado a tener que cantar en la Eucaristía”, explica. A pesar de tener un contacto bastante directo con la iglesia conforme fue creciendo el mundo ya empieza a permear en él también. Todo lo que llegó con las nuevas tecnologías terminó contagiándose en su día a día. En los estudios no tuvo problemas académicos para nada. Esto le permite acceder a una ayuda para acceder a la universidad javeriana.
Al salir del colegio, en la fiesta de graduación conoció a una chica pero siempre fue respetuoso porque tenía novio. Dos meses después de esta situación en Bogotá para comenzar la carrera se encontró de nuevo con esta chica y como no tenía novio ya, inició una relación con ella. “Entré en la impureza por completo. Se dañó mi alma completamente”. No discutían ni nada parecido, pero vivían en una situación en constante pecado. Un día llega un punto en que ella tiene una gran crisis existencial hasta el límite de querer quitarse la vida.
Tenía una prima suya que antes llevaba una vida muy distanciada de Dios y de repente la vió muy al lado de la fe. Era vecina suya y acudía a un retiro de Lazos de Amor Mariano. Aunque en principio le podría no interesar cuando ya se encendió en él la alarma de que su pareja tenía pensamientos suicidas sí que vió que algo tenía que hacer. Accedió a ir al retiro. “Recuerdo perfectamente ese día. La acompañé a este retiro, todo por ayudarla. En este retiro hay un toque de Dios muy grande tanto para ella como para mí”. En el caso de ella se acercó mucho más a su familia y Sebastián experimentó que Dios le amaba, que siempre estará con él. “Empieza mi camino de conversión a los 17 años. Ha sido la mejor experiencia dedicar mi juventud a Dios. Sentí a un Dios cercano”.
María Fernanda tiene 24 años y es de Bogotá (Colombia). En su caso, nació en una familia dónde anhelaban mucho tener un hijo. “Siento que desde el vientre de mi madre fui muy amada”. Sin embargo, crece en una familia disfuncional ya que sus padres se separan cuando tiene sólo cinco años. Esto causa en ella muchos traumas, vacíos. “A partir de la separación me quedo viviendo con mi madre. Tengo una gran ausencia de padre”. Y es que su padre también se dejó llevar por las adicciones, por el alcohol. Así va creciendo, viendo a su madre como una mujer luchadora.
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