Anderson tiene 28 años y es Venezolano. Tuvo que salir de su país para irse a Perú por la situación política del país. Su historia de fe comienza en Venezuela. La vida de los jóvenes siempre está llena a veces de traumas y carencias. En su caso, tenía adicción a la pronografía. Este problema comienza desde muy pequeño pero realmente se hace consciente ya de mayor. Es ahora cuando reconoce su historia. “De pequeño gracias a la dirección espiritual y a mi psicológa, puedo recordar todo esto y desbloquearlo de mi mente”, cuenta.
Anderson vivía en una casa donde una vecina tenía encuentros con él. Esta chica le tocaba y hacía cosas con él que no debía hacer. “Luego me dijeron que eso se trataba de un abuso. Yo no quería ponerle nombre porque era doloroso”, explica. Nunca debió de pasar eso, pero ocurrió. Ante esto, se le queda la mente abierta ante todo este mundo sexualizado. “Vi a familiares cercanos que veían estas cosas, me escondía para ver lo que estaban viendo, y lo que más me prohibían, más quería hacer”. Todo lo que él veía, luego quería replicarlo, y lo buscaba.
Esta situación le hizo tanto daño que veía a cualquier mujer, incluso familiares y la veía con ojos sexuales. Su infancia transcurría así, se escondía de todo lo sexual que quería experimentar. “Asumo que Dios no permitió nunca que yo culminara. Comencé a ver porno y a masturbarme. Esto comenzó a trastocar mi mente y mi corazón”, sostiene. En esta época, los compañeros le comentaban las chicas con las que habían tenido sexo. Veía que los demás tenían una vida sexual activa y él no. De este modo, su visionado de pornografía aumentaba. Además conoció a chicas y justo cuando llegaba el momento de tener relaciones sexuales, y nunca ocurría nada. Luego se dió cuenta de que Dios le estaba protegiendo.
Una compañera de Bachillerato le invita a un grupo de jóvenes de la parroquia y así da comienzo su historia de fe. Anderson pertenece a la Renovación Carismática. “En una Semana Santa en un campamento se inicia mi proceso de conversión”, cuenta. Además inicia un proceso de formación, acude a un retiro y comprende todo lo que le explicaban, el verdadero significado del pecado. En estos momentos volvió a caer en la pronografía pero después iba y se confesaba. “Me doy cuenta que no era cuestión de hacerlo y confesarse. Mi vida era una doble vida”.
Tiempo después conoce a una chica y logra tener esa relación sexual con la chica. Su sensación fue de insatisfacción. Le invaden pensamientos negativos y siente que se tiene que confesar de nuevo. “Los sacerdotes escuchaban mis pecados y ya está pero algo me decía que estaba jugando con la misericordia de Dios”. Este proceso lo estaba viviendo solo. Así, comienza la etapa espiritual más complicada de su vida.
Y es que en Venezuela le veían como un ejemplo a seguir, pero por dentro se sentía poco merecedor de lo que la gente le estaba mostrando. Su familia no conocía nunca lo que estaba viviendo. Es en la parroquia cuando encuentra a una chica de iglesia, pero a ella tampoco le contó lo que estaba experimentando. “Dentro de los primeros años todo era fresco y bonito pero toda la peste de la pornografia estaba dentro todavía”.
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Puedes seguir a Anderson aquí: https://instagram.com/soyandersonjmg?igshid=YmMyMTA2M2Y=
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