Andrés es de Costa Rica, es estudiante de educación matemática y trabaja en una empresa. Siempre fue una persona cercana a la fe a través de sus padres. Algo interesante en su vida de fe es en la etapa de colegio cuando se empieza a hacer preguntas. En esta etapa empezó una vida social grande, era la persona que hacía reír a los demás y se apuntaba a todo. Empieza a haber una diferencia entre las personas con las que le gusta estar y las personas de la Iglesia.
“Había una dicotomía en mi vida y era que salía con la gente del colegio que era gente divertida o con la gente de la Iglesia a la que consideraba en ese momento aburrida”, reconoce. Sigue creciendo sin separarse de la fe ya que estudiaba en un colegio católico. Su día empezaba siempre en la capilla. Dios nunca le permitió que le soltara de la mano. Entra en la universidad y la primera carrera que entra es en Economía. Aquí ya su vida se polariza mucho. Como joven quería salir y descubrir el mundo y todo lo que era oculto y prohibido.
“Seguía preguntándome si me seguía juntando con mis amigos de la universidad o la vida de parroquia en la que ya no prestaba servicio”. Un párroco en aquel momento hizo un estudio bíblico con la idea de encontrar gente de su edad, pero hablaban de temas de familia y no encajó. Estaba como en una crisis dónde se encontraba muy solo en la fe. Su padre le enseñó de Dios y su madre a amarle, siempre estuvo ese vínculo con el Señor. Pero no dejaban de ser sus padres. Así comienza a salir más con los amigos de la universidad. Salía de fiesta todos los fines de semana. “Empieza a distorsionarse mucho la realidad, además de no frecuentar los sacramentos”. Un ejemplo claro es que en el mundo de la fiesta no podía acudir a misa porque el día anterior había trasnochado.
Llegó en su vida a priorizarse el salir de fiesta que ir a Misa. Comienza a aparecer ciertos tipos de entrega que es “insignificante” de primeras. Años atrás había acudido a unas famosas misiones, había acudido con su padre. “Llevábamos la Semana Santa a algunos lugares dónde había falta de vocaciones sacerdotales. Fue una experiencia muy bonita”. En ese primer año de universidad sentía esa necesidad de volver a esas misiones. Acudió esta vez pero no con sus padres sino con un entorno de jóvenes diferente. “Encuentro lo que mi corazón de fe buscaba. Encontré jóvenes que sí conocían y buscaban a Cristo”.
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