Joel es de Venezuela, viene de una familia católica, sus padres pertenecían a un grupo misionero que fueron cultivando a lo largo de los años. En vez de ir a la playa iban a campamentos. Fue una bonita infancia que ahora transmite a su hija de la misma manera que se lo transmitieron a él. “Hay muchas comunidades que son de extrema pobreza, es algo que yo valoré y es el compromiso que yo quiero brindarle ahora a mi hija”, explica. 

En la juventud se cuestionaba mucho y se empezó a alejar. Cuando un niño está permanentemente expuesto a internet está en continuo riesgo. “Me vi perturbado ante tanta corriente de creencias a pesar de que sólo había conocido el catolicismo. Quise olfatear que había más allá”, comenta. Así comienza a escuchar música urbana, hip hop y en consecuencia también vestía como ellos. Era un entorno que veía como diferente a lo que venía experimentando hasta ese momento. 

Se quiso unir a este movimiento y comenzó a ver cómo muchas amistades se perdieron en el alcohol, en las drogas. “Sin embargo siempre me sentí sostenido por el Señor. Tenía todo lo que había vivido de pequeño impreso en mi corazón. Aún así quise seguir en esta órbita”. De esta manera este entorno y amistades se alargó durante cuatro años. 

Pensaba que mientras no hiciera lo mismo que ellos estaría a salvo. Pero el enemigo le sedujo de manera muy sutil y terminó probando el alcohol entre otras cosas. Pasó mucho tiempo con un sufrimiento silente mientras continuaba en este círculo de excesos. “Me enfrió este mundo mi camino de fe. No quería ir a misa. Al estar rodeado de personas que a pesar de no ir a misa eran felices me hizo hacer lo mismo”. Terminó por creerse el cuento de que podía ser “buena persona” sin acudir al Señor. 

Lo que le llevó tiempo después a evaluarse y a cuestionarse el mundo que estaba viviendo en ese momento fue un momento de debilidad. “Fue cuando mis amigos pasaron por momentos muy difíciles, con estados depresivos, expresaban odio y rencor. Descubrí esa cara real que existe fuera de Cristo. Vi y entendí el vacío que existe cuando se está fuera de Dios”, reconoce. Algunos se entregaban a la delincuencia, no valoraban el regalo de la vida. No le gustaba lo que estaba viendo y esa sensación de levantarse cada mañana con un gran vacío. 

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