María Eugenia tuvo una conversión tardía a los 42 años, un proceso que fue vital para sobreponerse a algo muy importante que cambió su vida para siempre. 

Argentina de nacimiento, estudió con las adoratrices pero cuando tomó la primera Comunión apenas tiene recuerdo, estaba desconectada con todo lo referente a la fe. “Cuando terminó los estudios comencé la carrera de Odontología y conocí a mi esposo, nos casamos y nos vinimos a España”, explica.

Viviendo ya en España decidió volverse a su país por la nostalgia que sentía. Al poco tiempo de estar en Argentina, falleció el padre de María Eugenia, no pudo despedirse de él. “Llevaba mal el tema de las despedidas, gracias a Dios 9 meses después nació mi primera hija Sol y después mi hijo, Iñaki”, recuerda. 

Unos meses antes de volverse a España le detectan cáncer de tiroides. “Me operaron una segunda vez en España, sentía que todo me salía mal, ahí empezó una depresión bastante profunda, con el ir y venir de la vida la sobrelleva pero nunca la traté”, reconoce. 

En el año 2011 hacía ya 30 años que salió de la escuela y la invitaron a una fiesta en Argentina. “Llegué allí con el video que había hecho motivo de la fiesta, pensé que iba a ser muy rápido y en un mero ir y venir, me di cuenta que fue el inicio de mi conversión”. 

A la altura de una estatua de una Virgen se puso a llorar como una niña pequeña, no podía parar de llorar. En ese momento no sabía qué le estaba pasando ni por qué le pasaba. “Fue un momento muy fuerte y después me fui a la Iglesia donde me encontré con una monja que me preguntó dónde vivía y quién era”. 

En marzo de 2012 hablando con su amigo por teléfono le empieza a contar lo desanimada que estaba. “Me puse a llorar y cuando estaba llorando me dijo que no llorara, algo sorprendente porque él no me estaba viendo”. 

Al día siguiente sintió como que estaba entre ángeles. Una semana después fue unos días muy intensos, donde sentía la energía de la gente, le costaba dormir. Todas estas emociones hicieron que le desencadenara una serie de síntomas que la llevaron a ingresar en un hospital psiquiátrico. “Aguanté como pude ahí, a los 21 salí con una fuerte medicación”. 

Fue en un viaje a Camerún donde empezó a iniciarse en la oración. A la vuelta tuvo ese deseo a escribir que la llevó a pensar que ese podía ser un buen cometido el de escribir. 

Pero ocurrió algo que cambió la vida de María Eugenia, fue en octubre del 2018. “El padre de mis hijos me dijo que Iñaki había tenido un accidente y que había fallecido, el mundo se me derrumbó”, recuerda. No sabía de donde pero sacó la fuerza de donde no tenía. “Acabé entendiendo que Iñaki había venido a tocar corazones.

En el año 2020 escribió su segundo libro ‘Diosidiencias, hacia la luz’. “Este libro fue el resumen de los primeros libros, fue un libro que se escribió solo. A finales de este año vuelve a España para estar con su hija. “Fui conectando con los testimonios que me iban llegando a través de Iñaki. Pensaba que tenía que hacer algo más”, explica. 

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