Damián y Estela viven en una pequeña ciudad de Argentina y hoy vienen a contarnos su testimonio. Todo comienza con la muerte de María Belén, se preguntaba si podía ser feliz después de este acontecimiento, su respuesta es que era imposible hasta que conoció el amor de Dios.
La infancia y adolescencia fue complicada para Damián, el deporte, cuenta, le salvó. Sus padres eran muy trabajadores, como todo niño quería pasar tiempo con sus padres pero era complicado. La relación con su madre era difícil y en la escuela reconoce que recibió bullying.
Cuando terminó los estudios secundarios decidió irse lejos de donde vivían sus padres para empezar la vida universitaria. Fue el momento donde se aleja enormemente de Dios. “Apareció el egoísmo, el orgullo y la autosuficiencia, terminé bien la carrera pero todo esto me hizo alejarme más de Dios”, explica.
Cuando terminó la carrera de Medicina conoció a Estela, la que hoy es su mujer. Recuerda cómo su padre le habló de su deseo de conocer a una mujer por cómo era ella como persona, no por su cuerpo. Al casarse no conocían bien lo que significaba el amor. Y es que Estela también había sufrido falta de amor en su infancia y adolescencia. Se casaron por la iglesia por tradición. Fue años más tarde cuando se dió cuenta de la decisión que habían tomado. “Mi egoísmo, mi soberbia y todas las demás oscuridades se incrementaron más al casarnos.
Comenzó a tener éxito como médico, la fama, llegó rápido la casa, coches buenos y viajes a hoteles de cinco estrellas. “Me marearon las luces del mundo, era muy fácil caer y muy difícil reconocer que estaba errando. No me daba cuenta de lo que estaba viviendo, no vivía en la verdad”, reconoce.
Juntos, esperaron cinco años para tener el primer hijo. Fue cuando llegó a sus vidas María Belén. En el año 1998 cuando tenía dos años, falleció en un accidente. La vida para ambos no tenía sentido. “Mi corazón se rompió en mil pedazos, era nuestra única hija en ese momento. Un dolor desgarrador, algo se rompió en mí, mi vida estaba oscura. Todo esa falsa seguridad se me escurrió como agua entre los dedos”, sostiene.
Damián que tenía soluciones ante todo, se sentía avergonzado porque encima se le murió entre sus brazos. El único que salió ileso fue Damián del accidente. “La niña había sido despedida del coche, bajé desesperado y la encontré en una zanja. Nos subimos rápido en un coche que paró, era mucha sangre la que caía en mi mano. Fue un calvario «.
Lo que no quería al final llegó: su hija había muerto. “Para colmo apareció más de mi miseria humana, Sentí mi orgullo herido porque como médico no había podido salvarla”, cuenta. Salió de allí gritando, insultando y sintió la soledad. Pero Jesús, le tenía preparado un regalo. “A veces pensamos que Dios no está cerca nuestro. Pero sé con certeza que él siempre estuvo ahí”.
En ese momento, al menos se dió cuenta que su mujer estaba viva. Estela preguntaba por su hija y él intentaba tranquilizarla. “Trataba de darle el poco amor que tenía en ese momento tan desgarrador”.
Los nueve años siguientes fueron un tormento para Damián, los problemas aparecían uno tras otro. Estaba enfadado con la vida y con Dios. Culpaba a todo el mundo de la muerte de su hija. Había mucho remordimiento y resentimiento, aparte sentía la soledad muy fuerte.
Las personas que en su momento le alababan con sus éxitos, en este momento no se encontraban a su lado. Tras el accidente, Estela tuvo dos cirugías muy grandes y con depresiones por ambos lados. “Me aparecieron otras enfermedades por tener la muerte en mis manos, insomnio. Hubo un momento en que tomaba 16 pastillas por días”, explica.
Durante estos años de caos nacieron Matías y Jeremías. Uno de los hijos nació con un tumor muy grande. “Después de haberle internado se curó”, recuerda. En estos momentos también tuvieron sus crisis matrimoniales. “Sólo el amor de Dios es el que te saca de ahí y te sana por completo”.
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