María Espejo tiene 25 años y es profesora de Religión en un colegio de primaria. Sus padres la escolarización en un colegio religioso. Su vida siempre ha estado en el camino de la religión, por eso nunca notó la diferencia que era estar fuera del colegio. Al salir de Bachillerato hizo el sacramento de la Confirmación después de un camino de formación previo.
Después de esta etapa María se empezó a preguntar qué hacía con su vida profesional. Finalmente decidió hacer Magisterio de Educación Infantil. La religión estaba un poco apartada, formaba parte de su vida pero no le ponía mucha atención. “Mi sueño era ser maestra del colegio dónde había estudiado. Como mi colegio era católico tenía que sacarme inevitablemente el título de Religión”, comenta.
La universidad dónde estudió era católica y un día les visitaron tres seminaristas para hablarles de su experiencia. “Empezaron a hablar y uno de ellos me llamó la atención lo que contaba. Tenía algo en el estómago que me hizo preguntarle cómo hace él para hablar con el Señor”, explica. Antes de que se fueran, se acercó al seminarista y le preguntó porque María quería hablar con Él, pero no lograba escucharle. “Simplemente me dijo que me sentara en un banco de una iglesia y que es escuchara. En ese momento pensé que me había tomado el pelo pero le hice caso”, cuenta.
Pasó el tiempo y llegó la época de la Cuaresma y María es una apasionada de la Semana Santa. Al finalizar el Vía Crucis solo las personas que participan de él pueden quedarse con el Señor. Justamente ese día no iba con ninguna intención. “Pasó la última estación y se paró delante de mí y sentía que me estaba mirando y yo lo miré y me dije que no hacía falta ir a la iglesia para saber que estaba a mi lado”.
Después comenzó la pandemia y a través de un amigo de la familia fue a ayudar a las personas que no tenían los recursos. “Cuando iba con el carrito lleno de comida para las familias, me llenaba bastante. Tras esto me plantearon que si quería ser catequista de Primera Comunión”. Sintió que era algo de mucha responsabilidad y necesitaba pensárselo. “Le pedí al Señor que me ayudara y que si quería que tenía que estar en esta misión que así lo fuera”. Así, llega el momento en el que no sabe qué hacer con su vida. Justo al salir del colegio y empezar la universidad coincide con el año de la pandemia.
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