Inés Rodríguez tiene 25 años, tiene 25 años y es abogada. Vive en México y actualmente está comprometida. A raíz de la pandemia enfocó sus redes sociales a hablar sobre su fe y cómo lo vive ella. Todo empezó porque vio que había algunos canales de difusión católicos. Le gusta compartir mucho sobre el movimiento provida. “Como católicos tenemos el deber de hacer que se respete la vida y evitar que las madres caigan el pecado del aborto”, explica. Nació en una familia católica. Sus padres son de Guatemala pero cuando era pequeña se mudaron a México. Se bautizó e hizo su primera comunión. Sus padres siempre le inculcaron la fe de la mejor manera que pudieron hacerlo. A ellos le criaron en la fe católica pero a su modo. Considera que de alguna manera les faltó profundizar más. Durante toda su infancia no recuerda abrir la Biblia en ningún momento. “Mis padres lograron inculcarme ese cariño genuino con Dios”.
Hacía sus oraciones antes de irse a dormir, rezaba a su ángel de la guardia. En esa inocencia infantil hizo su primera confesión. Ese día en la mañana, se sentía sumamente conmovida y privilegiada de recibir el cuerpo de Cristo. Lo recuerda con mucho cariño. “Hice oración en ese camino hasta llegar a la iglesia. Es uno de los días más lúcidos que tengo en mi memoria”. Por diferentes razones no había estado en escuela católica como tal, no tenía una formación sólida en la fe. Cuando era pequeña cambiaron de casa varias veces y por ello también tuvieron que cambiar de parroquia. Un día llegó a ingresar a una escuela católica de los Legionarios de Cristo. “Fue la primera vez dónde me topé con una formación sólida de la fe católica”. Fue aprendiendo más sobre la fe y se dió cuenta que había muchas cosas que no conocía. Fue ahí dónde se topó con la parte del apostolado que hasta ese momento no había tenido.
“Ahí encontré mi apostolado de servicio al prójimo”. Alguna de sus compañeras acudían a este tipo de misiones. Esto implicaba que tenías que dejar de hacer otros planes, tareas o actividades. “Recuerdo muy claramente y con cariño cuando iba en el coche con mi papá y me dijo que si me gustaba esta actividades a la que iba”. Ella no sabía si hacía bien con ir. Su padre de manera muy paternal le dió esa libertad de optar por eso. “Me dijo que eso era algo que me iba a acercar a Dios y un lugar dónde podía ayudar a los demás pero no me iba a obligar a ir. Fue la primera vez que me topé con esta lucidez. Tu tienes que optar por Dios. Él te da la opción de elegirlo o no. Es una constante que se va a presentar siempre en tu vida”.
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